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miércoles, 28 de marzo de 2012

EL MOTÍN DEL SUR DE GRAN CANARIA DE 1718-19. (4ª Parte)

PROCESO CONTRA LOS DETENIDOS.

Catedral de "la ciudad de Canaria". FEDAC

PABLO GUEDES GONZÁLEZ

Como habíamos indicado en el capítulo anterior, los detenidos se encuentran encerrados en la ciudad de Las Palmas GC y el proceso contra los mismos se encamina a su final.

El procurador presenta un pliego de descargo solicitando la absolución y expresando que los acusados acudieron junto con el pueblo, convocados en nombre del Rey, debido a que constantemente hay moros en la costa y los vecinos acuden a la llamada para la defensa. Además estima poco honorable el comportamiento de Amoreto, que intenta acumular posesiones en la Isla y sujetar a los campesinos como sus medianeros. Los vecinos de Agüimes venden en el mercado de Las Palmas sus excedentes de cereales, mientras Amoreto especula con los suyos, para venderlos en Tenerife, aún en los momentos en que por falta de granos la justicia registra los graneros. En definitiva, presenta como un peligro social el excesivo poder y tierras que iba adquiriendo Amoreto.

Amoreto también presenta un escrito en la causa en el que parece que él es más fiscal que parte en el juicio. Solicita que el castigo sea ejemplar y extremo, no se conforma con pena inferior a la de muerte. También intenta sustentar la hipótesis de que hay otros elementos detrás del motín, se pregunta que como puede ser espontáneo el motín en el que los sublevados fueron convocados de barrio en barrio. Dice además que muchas tierras están por desmontar debido a la “flojedad de los reos”. Las tierras de Sardina, bajo su iniciativa se convertirán en poco tiempo en un beneficio, en bien público, “pues los vecinos no siembran ni la tercera parte, ni la pobreza que lamentan les da lugar a simientes y él las sembrará todas y dándoles simientes, pudieran aquellos vecinos”.

El día 5 de enero de 1719 se constituye la Sala de la Audiencia presidida por el Capitán General. Se relaciona el delito: Motín. Según la ley, la pena para este delito es la máxima, la horca, para los principales encausados y galeras y azotes en público al resto. Diego de Tolosa, que también constituye el tribunal, es el principal instigador de la dureza de las penas. Desde el principio había tomado partido contra los campesinos.

El general Chaves, demostrando inteligencia y previendo que estas penas vayan a ocasionar un rebrote fatal del conflicto, demuestra mayor sensibilidad que el resto de jueces y tomado la palabra expone, que a él como militar no le asusta el oficio de imponer castigos ejemplares, sin embargo presagia que penas de semejante calibre, a las que los naturales no están acostumbrados, produciría un efecto contrario al que persiguen, lo que le obligan a ser benevolente. Añade además la falta de fuerza armada, pues los milicianos están constituidos por el propio pueblo al no haber fuerzas regulares. Valora también “lo remirado, pobreza y clamor de los campesinos que se sentían despojados”.

Plaza de Santa Ana y Ayuntamiento 1909. FEDAC.

Al final se vota la sentencia, siguiendo las tesis del general y es publicada el día de reyes. Se condena a 22 imputados por delito de tumulto y 5 quedan absueltos. Los sancionados son 5 a trabajos forzados durante cuatro a diez años en Ceuta, ocho a destierro de la isla, y los otros 9 a penas adecuadas por el Consejo de Castilla.

Además eran condenados mancomunadamente, incluso los absueltos, al pago de las costas del proceso, indemnizar a la Real Hacienda por los perjuicios que le hubieran ocasionado, como el viaje del general, gastos de cárcel, etc. Ese día por la tarde los condenados son conducidos al barco del General que está en la Caleta de San Telmo, con el fin de trasladarlos al día siguiente a Tenerife.

AL CONOCERSE LAS PENAS, ESTALLA UN NUEVO MOTÍN QUE LLEGA A LAS PALMAS GC.

Conocidas las penas, comienzan los clamores, los vecinos pensaban no tanto en el exceso de años sino de no valer el pueblo de Agüimes lo suficiente para pagar los gastos e indemnizaciones. Además sospechaban que una vez fuera de Gran Canaria los reos podrían sufrir mayores penas.

Al llegar las noticias a Agüimes, se pueden imaginar las escenas de llantos y griterío de las mujeres y parientes de los condenados. A esto se les suma la rabia por sentirse engañados y por tanto ese mismo día se pone en marcha un gran número de vecinos hacia Las Palmas.

El día de reyes, unos 60 hombres y mujeres llegan temprano a la Plaza Mayor, para solicitar al Capitán General la libertad de los presos, pedían a voces que les llevaran a ellos, pues eran de la misma suerte cómplices. El general intenta atajar el alboroto desde el principio, por eso baja a toda prisa echándose la casaca por encima del hombro, se presenta en medio del grupo y los trata con aspereza, pero la gente no se aquietan ni se impresionan por lo que desenvaina el espadín y les acomete, haciéndoles retroceder por la plaza hasta el atrio de la catedral.

Según pasa el tiempo se incrementa el número de vecinos y el tumulto se convierte en motín y ya no solo hay vecinos de Agüimes, sino de todos los pueblos y la ciudad.

En una carta del Cabildo al Rey se expresa que si bien era una rebelión pacífica sería inflexible: “…pues aunque la obstinación no pasó a experimentarse, se extendió al estar lleno de resentimiento popular de las demas Vecindades, haciendo común la causa de que lo que sucedía era por un particular, que siendo poderoso aspiraba a opulento, en contrapeso del daño de tantos pobres y de utilidad Pública, que en su concepto se consideraba interesada toda la isla en la participación de los granos, carnes y pastos para sus ganados que de dichas tierras se producen y alimentan a menos precio que de anexarse dichas tierras”.

Fachada del antiguo Ayuntamiento incendiado en el siglo XIX.

El general hace venir soldados del presidio, y toma algunas bocacalles y accesos, saca cinco piezas de artillería ligeras que estaban en las casas del Cabildo, emplazándolas en puntos estratégicos.

Había ya en la plaza unos 800 hombres que tenían rodeados al general en las casas episcopales y que decían que no los dejaban salir si no soltaban los presos. El general amenaza con hacer fuego si no se disuelven y en prevención acude todo el cabildo eclesiástico, los dominicos, franciscanos, agustinos, jesuitas en procesión así como Ayuntamiento y otras autoridades, que se interponen entre unos y otros e intentan convencer a los amotinados para que salgan de la ciudad.

Para evitar el derramamiento de sangre los amotinados abandonan la plaza y ocupan todos los accesos a la Caleta donde está el barco de los presos, impidiendo el paso a todas las personas y reconociendo incluso a las mujeres por si el general quiere salir disfrazado.

Sigue aumentando el número de los amotinados y muestran ya incluso arcabuces y picas y diciendo “que todos eran de Agüimes”.

Los frailes recomiendan al general Chaves que suelte a los presos, a lo que este se niega, rogándoles los frailes que era la única solución pues de lo contrario habría un gran derramamiento de sangre y además no habían tropas para enfrentarse a los vecinos.

El general convoca una junta de coroneles, en la que se reúnen, el de Las Palmas, el de Telde, suegro de Amoreto y el de la Laguna, que formaba parte del séquito. En el se conmina a los coroneles que en caso de no atacar con sus fuerzas a los amotinados, serían considerados como cómplices de los mismos. Los coroneles se muestran decididos a cumplir las órdenes pero eluden responsabilidades, porque están seguros de que sus hombres les desobedecerán, colocándose al lado de los revoltosos. Solo cabe una salida que es la de liberar a los presos “por constar que cada vez es mayor el número de los tumultuados, por habérseles agregado todos los de las villas inmediatas, y seguiría toda la isla”.

LA PRESIÓN DEL PUEBLO HACE QUE LIBEREN A LOS PRESOS.


Al anochecer los amotinados tenían un nuevo grito de guerra: “De noche serán todos de Agüimes”, lo que quería decir que una vez fuera imposible la identificación, pasarían a la acción. Viendo la situación, el general hace que los coroneles y representantes de la Audiencia firmen un documento por escrito donde reflejen su opinión de soltar a los presos, y él mismo ordena que los presos sean entregados al deán y superiores de las comunidades religiosas.

Liberados los presos esa noche, los amotinados, exaltados con el éxito logrado con sus peticiones, resolvieron que habían de conseguir otras dos cosas: buscar las banderas, insignias y cajas que estaban en la casa del Corregidor y quemar en el centro de la plaza de Santa Ana, todos los documentos del juicio.

Al día siguiente de mañana, van a coincidir a la entrada de la Ciudad los hombres del Regimiento de Telde, y un numeroso grupo de vecinos de Agüimes, que habían pasado allí la noche. Los milicianos venían con su coronel, el suegro de Amoreto, llamados para mantener el orden. Pero los milicianos dijeron a los de Agüimes: “que no harían tal cosa; que si vieran moros o enemigos del Rey, estaban promptos; con vecinos nunca tomarían las armas”.

Ciudad de Telde y camino a Las Palmas GC. FEDAC

El coronel consiguió el efecto contrario que perseguía porque los milicianos se unen a los de Agüimes y sobre unos mil quinientos amotinados, penetran en la ciudad con el objeto de ir en busca de las banderas, dirigiéndose a la casa del Corregidor y este viendo los acontecimientos y temiendo por su vida, se las entrega. Después, el tumulto se dirige a la Plaza de Santa Ana donde se encuentra el Tribunal con los actos y procesos del juicio contra los amotinados, con el objetivo de destruirlos.

Pero vemos aquí de nuevo el papel apaciguador de la Iglesia. Los jesuitas y canónigos en hábitos de coro sacan en procesión al Santísimo Sacramento, mientras los dominicos llevan la Virgen del Rosario, y también se incorporan franciscanos y agustinos. En previsión de hechos sangrientos, esta comitiva se interpone entre los amotinados y las piezas de artillería que el general tenia apostadas en los accesos.

Debido fundamentalmente a la profunda religiosidad del pueblo, impresionados por la presencia del Santísimo y la virgen en la calle, y al poder disuasorio de los padres, los amotinados deponen su actitud y comienzan a abandonar la ciudad.

Pero los amotinados no se retiran a Agüimes, acampan en Jinamar en espera de que el General Chaves Osorio abandone la isla. Este no embarca debido al mal tiempo y a la presencia en las islas de dos naves corsarias inglesas que habían apresado dos barcos. Los amotinados creen que Chaves esta esperando para atacarles y hasta que este no parte a Tenerife el día 11 de enero, no regresan a sus pueblos.

Al llegar Chaves a Tenerife, el Consejo del Cabildo de esta isla, le ofrece las rentas de sus bienes propios, e incluso los privados de sus regidores para financiar la merecida operación de castigo a que eran acreedores los grancanarios, a lo que se niega pues el problema está en manos del Rey y su Consejo.

EL REY RESUELVE A FAVOR DE LOS VECINOS.

Transcurridos todos estos hechos el Consejo de Castilla resuelve a favor de los vecinos y la Audiencia y el comandante general, reciben ordenes del Rey no solo de olvidar las penas pronunciadas, sino de que los reos y sus compinches reciban un trato exquisito: “…que por ahora absolutamente se sobresea y se suspendan los procedimientos y las causas de los referidos alborotos y tumultos, sin molestar a los reos, ni o otros algunos…por ellos, ni inobar en el estado que se allaren en cuanto a las tierras y sus vienes, ni hacerles agrauios, ni vexaciones de que tengan motivo de quexas, de modo que comprendan haberse extinguido la criminalidad de este asunto y se logre la anterior y universal quietud de las islas con aplausos y justificación de S.M.”.

Amoreto viendo los acontecimientos no renuncia a las tierras y pone como enemigos suyos a los que atacará, al Obispo y Cabildo Catedralicio y a los poderosos que se le enfrentan, encabezados por Cristóbal de la Rocha, al paso que denuncia el desgobierno reinante y la quiebra de la justicia.

Al primero a quien ataca en sus escritos en la Audiencia es al Obispo y sus “secuaces” de los que dice que los vecinos de Agüimes son sus vasallos (Señorío Episcopal) y bajo apariencia de defensa de los intereses del vecindario busca extender la máxima extensión en otros términos de superficies destinadas al aprovechamiento comunal de los ganaderos de la villa. De esta manera al liquidar los diezmos en ellos enriquecían la silla episcopal. Acusa además al Obispo de influir en la justicia por el peso de la Iglesia en el seno del Consejo de Castilla. Le acusa además de ofrecer a los amotinados el dinero para realizar el remate.

La Audiencia desestima las peticiones de Amoreto y lo condena a pagar una multa de 50 ducados por denigrar la persona del obispo sin aportar pruebas convincentes.

Amoreto ataca también en sus escritos al teniente coronel Cristóbal de la Rocha Bethencourt. Las dos casas tienen una rivalidad creciente buscando la hegemonía en Telde y en el sureste de Gran Canaria. Disputan en tierras y también en la hegemonía del mercado regional de la sal pues las salinas más importantes del Archipiélago se encuentran en Castillo del Romeral, e incluso la casa Rocha posee la fortaleza mejor pertrechada de las islas en cuanto a hombres y artillería.

Don Cristóbal acompaña a los vecinos en la entrevista con el Capitán General y participa activamente en la colecta de dinero y extensión de poderes a procuradores en Madrid. Su hermano Jose participa también en la revuelta, movilizando hombres de casa en casa.

Este enfrentamiento de Rocha con Amoreto continuará en 1723 al producirse un nuevo alboroto en Telde contra el alcalde Jerónimo Falcón, nombrado por el fiscal Román durante su estancia en Telde con recomendación de Amoreto y Pedro del Castillo. Por este incidente el Consejo de Castilla prohíbe a Rocha y Amoreto poner planta en el término de Telde, y Amoreto es desterrado temporalmente en Galdar.

El 3 de noviembre de 1725 el Consejo de Castilla pronuncia sentencia ejecutiva, las tierras de Sardina y Llano del Polvo eran adjudicadas al vecindario de Agüimes, con las mismas facultades contenidas en la Real Cédula a favor de Amoreto. A éste se le reintegraba el importe de su remate. Entre 1719 y este año los vecinos habían continuado con el laboreo de las tierras.

SITUACIÓN DE LAS TIERRAS DESPUÉS DEL MOTÍN.

Fotomontaje elaboración propia mapa situación de las tierras en el momento del motín. La parte de las salinas corresponde a foto aérea de 1955, que creemos igual a la de la época de 1719.

Debido a las malas cosechas, unos ochenta propietarios, se vieron obligados en 1739 a ceder la mitad de la superficie de las tierras de Sardina al doctor Domingo Mendoza Alvarado, canónigo de la Catedral y juez de la Santa Cruzada, quién fundará un vínculo sobre ellas en 1757. Son las tierras que posteriormente pasarían a llamarse El Doctoral, que reciben este nombre por el título de doctor del canónigo.

En cuanto a las Tierras del "Tabaibal del Castillo",  continuaron como comunales de los pastores de Agüimes, y fueron posteriormente explotadas por la familia Guedes, donde mantenían su ganado, cuyo corral estaba en "La Cañada del Mato" situado a poca distancia de donde hoy se situá la urbanización de chalets de Castillo del Romeral, al lado de la carretera de Unelco (Ver nuestro artículo LA CUEVA DE LA MAJADILLA. MORADA DE LOS PASTORES GUEDES, EN AMURGA. )

Mapa elaborado a partir  de pleito entre familia Rocha y el condado sobre las salinas de Barco Quebrado (AHPLP, Audiencia, proceso 1222). Hemos sobrescrito los caracteres, para hacerlos mas legibles.

En 1787 y como continuación del pleito sobre las salinas de Barco Quebrado, que mantenían las dos familias, los Rocha y la del Condado, descendientes de Amoreto, desde el motín,  se realiza el mapa adjunto que consultamos en el Archivo Histórico Provincial, donde podemos ver la situación de las tierras en esas fechas, pensamos que en la misma situación que antes del motín, salvo las tierras de El Rodeo y Aldea Blanca, que ahora pertenecen al Condado.

En esta situación continuaron las tierras hasta que se produce la  entrada en vigor la Ley de Desamortización de Mendizábal que hizo que todos los bienes eclesiásticos (y a partir de 1860, los bienes públicos), pudieran ser adquiridos por particulares, mediante pagos al Estado. El estado buscaba aumentar sus arcas con la subasta de los terrenos realengos. Así a partir de 1873, el Estado pone en venta las tierras que considera propias. y según Francisco Tarajano (Memorias de Agüimes VI)  "fueron perjudicadas cientos de personas de Agüimes, de Ingenio, de Sardina, y las que  vivían de los bienes del clero, de los bienes del común y de tierras realengas como arrendatarios o medianeros. Muchas personas quedaron sin trabajo y otras emigraron en busca de fortuna".

Es por estas fechas,  1873-75, cuando el Conde de la época compra el 20% del territorio de San Bartolomé de Tirajana, en la desamortización civil de los bienes del Estado. Ello sumado a sus anteriores propiedades representaba la posesión por el Condado del 33% del territorio municipal. En ese momento son compradas las tierras del Tabaibal del Castillo, que eran explotadas por los Guedes y su ganado, lo que origina la leyenda de esta familia ya comentada.

Según Betancourt Massieu, el estado intentó, con la desamortización de 1855, rematar las tierras de Sardina nuevamente, lo que provocó otro largo pleito, que ganaron los vecinos en 1870.

BIBLIOGRAFÍA

BÉTHENCOURT MASSIEU, Antonio de, El Motín de Agüimes-Las Palmas (1718-1719), Anuario de Estudios Atlánticos (Las Palmas de Gran Canaria/Madrid), 33, (1987), pp. 51-160

BETHENCOURT MASSIEU, A. (2001): El Motín de Agüimes - Las Palmas (1718-1719). Ediciones del Cabildo de Gran Canaria.

BETHENCOURT MASSIEU, A. (2001): La Revista del Regimiento de Telde. Aportación a la historia de las milicias provinciales de Canarias.(1999). Revista Vegueta nº 4. Pags. 169-176.

CAZORLA LEÓN, Santiago. 1999. Los Tirajanas de Gran Canaria: notas y documentos para su historia. Ayuntamiento San Bartolomé de Tirajana.

GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Ángel V.: El sureste de Gran Canaria. 2001. Ayuntamiento de Santa Lucía. Pág. 166.

GUEDES GONZALEZ, Pablo. 2011. LA BATALLA CONTRA LOS FRANCESES EN MASPALOMAS, EN 1685. (1ª Parte)



PINTO DE LA ROSA, José María. 1996. Apuntes para la Historia de las Antiguas Fortificaciones de Canarias.Madrid: Tabapress y Museo Militar Regional de Canarias. . 32x24 cm; 764 p.; 467 mapas, planos y dibujos. Elaborado de 1933 a 1947.

SUAREZ V., RIVERO B., LOBO M., GONZÁLEZ A.: (1995). “La comarca de Tirajana en el antiguo Régimen”. Colección Pancho Guerra. Ed. Ayto S. Bme. T. y ULPGC. Pág. 116-117

SUAREZ GRIMÓN, Vicente, QUINTANA  ANDRÉS, Pedro. 2003. Historia   de  la  Villa  de Agüimes (1486-1850) (Tomos I y II). Ayuntamiento de Agüimes.

SUAREZ GRIMÓN, Vicente. 2008. El motín de Telde de 1723.

TARAJANO PÉREZ, Francisco: Memorias de Agüimes VI. 2003. Ayuntamiento de Agüimes. Pág. 55.

sábado, 17 de marzo de 2012

EL MOTÍN DEL SUR DE GRAN CANARIA DE 1718-19. (3ª Parte)

COMIENZA EL MOTÍN, AL INTENTAR AMORETO TOMAR LAS TIERRAS.

Imagen de Agüimes. Fedac

PABLO GUEDES GONZÁLEZ.

En el artículo anterior habíamos apuntado a que el Rey aprobó el remate sobre las compras de las tierras por parte de Francisco Amoreto, el 2 de agosto de 1718 y este efectuó el pago del mismo en cuanto tuvo noticia. A finales de octubre sin haber recibido el título jurídico, Amoreto solicita al juez y este le concede, el disfrute de las tierras, al tiempo que prohíba la entrada en ella a los vecinos de Agüimes.

El acto de posesión tiene lugar el 3 de noviembre de 1718 y Amoreto encomienda como su apoderado al alcalde real de Agüimes, Joaquin González, para que acompañado de Juan Melián, presbítero, hicieran efectivo el acto. Pensaba que al llevar un representante de la Justicia y otro de la Iglesia, por el respeto que inspiraban se facilitaría el acto de posesión. Pero esto no es así, puesto que al llegar al Camino de la Madera (entre Sardina y la circunvalación del actual Vecindario) junto con un escribano, le salen al paso 30 hombres que le piden certificación para presentar impedimento y contradicción ante la Audiencia. El papel es extendido a las 10 de la noche en la posada del escribano.

El 30 de noviembre, domingo, después de misa, Amoreto se dispone a labrar machos para el riego en sus nuevas tierras y dividirlas para entregarlas a medianeros. Lleva a medianeros de Juan Grande y Aldea Blanca con yuntas para realizar la tarea, y pone al frente de la operación nuevamente al alcalde real Joaquín González y al presbitero Juan Melián.

Mientras están realizando la labor en las tierras de Luis Romero, este se lamenta y protesta, a lo cual le recomiendan que vaya a Telde y hable con Amoreto, con el cual llegaría a un acuerdo pues este estaba buscando medianeros. Cuando terminan, observan a un grupo de hombres que viene a su encuentro, no se sabe cuantos eran pero según Bethencourt Massieu el número oscilaría sobre unos 40 vecinos. El alcalde les sale al encuentro a caballo para evitar males mayores y les da el alto e inician una discusión en la que los vecinos dicen que el acto de posesión se había dado sin título y le preguntan al alcalde que porqué estaba allí a lo que este responde “como compadre y amigo de don Francisco Amoreto”. El alcalde tenía la jurisdicción de Agüimes, solo hasta el barranco de Balos, pero este sitio pertenecía a Tirajana. En esto le dan un garrotazo en la cabeza, luego otro que lo derriba de la yegua donde le siguen dando palos. Al final, según el alcalde, le dan por muerto y lo dejan tirado en el campo.

Campesino-pastor Gran Canaria 1885. saltodelpastor.org
 El grupo luego se divide en dos, uno persigue al presbítero, que escapa poniendo su yegua al galope. Los otros van detrás de los medianeros de Amoreto y sus yuntas que huyen despavoridos. El alcalde de aguas (del heredamiento de Aldea Blanca), Sebastián de León, es alcanzado y puede atajar unos palos, solo recibe un bofetón cuando de rodillas implora misericordia. Después destruyen la acequia en varios tramos.

Al llegar la noche el motín va aumentando, los vecinos se van convocando en la villa a toque de caracolas y bocinas. Los medianeros de Amoreto se refugian en Juan Grande en las casas de su amo. Los amotinados amenazan con incendiar las casas de los medianeros y arriman ahulagas a las puertas y entre ellas a las de la casa del presbitero Juan Melián, pero solo prendieron fuego a las del salinero Baltasar Alemán, apagándolo su mujer y un vecino.

LOS AMOTINADOS TOMAN LA VILLA DE AGUIMES.

Los vecinos son conscientes de que les van a despojar las tierras y por ello se amotinan y confabulan pues son lo único que tienen y debido a las miserias que pasan y a la injusticia que creen se está cometiendo, les da igual las acciones a tomar. Recordemos que la mayoría pertenecen a las milicias y están acostumbrados a combatir a piratas, y la acción se desarrolla, tal como si la alarma fuera por enemigos. Así, pasada la medianoche, se apoderan con amenazas de la “Caja de Guerra”, banderas armas y tambores, depositada en la casa del alférez Leonardo Alemán y al grito de “¡Viva el Rey! ¡Muera el mal gobierno!” convocan al resto de vecinos de forma que a la mañana los amotinados en número de 300 o 400 controlan las salidas y entradas de Agüimes y establecen una guardia.

Al día siguiente, lunes 1 de diciembre, la Audiencia recibe entradas de querellas del alcalde agredido, Joaquín González, denuncia de motín por parte de Amoreto, y escritos de los amotinados por parte de su procurador Simón Espino, y cartas del alcalde ordinario Fernández Alfonso. La Sala debido a la gravedad de los sucesos nombra al Fiscal Francisco Román, como juez especial, con el fin de que fuera a Agüimes en compañía de un escribano y restableciera la paz y el sosiego.

El fiscal llega a Ingenio por la tarde y se entera por Bartolomé Guedes de que los agüimenses continuaban en armas, por lo que manda llamar al alcalde Fernández, al presbítero Sebastián Sánchez y al capitán de la milicia de Agüimes Antonio de Roxas y les encomienda la labor de apaciguar a los amotinados y que les de noticia de su promesa que como juez los oiría con justicia.

Pero un hecho agrava la situación y es que el Coronel del regimiento de Telde, consuegro de Amoreto estaba en Ingenio. La gente que supone que los van atacar y consciente de que han hecho una rebelión armada, ya les parece igual y la presencia del Coronel que intentaba sofocar la rebelión por miedo, hace un efecto contrario.

El fiscal por la mañana consigue que el Coronel regrese a Telde y él mismo se dirige a Agüimes, junto con oficiales de milicia, el prior de los dominicos y el alcalde Fernández. Al llegar la comitiva a la altura del cuerpo de guardia los amotinados les gritan “¡Viva el Rey! ¡Muera el mal gobierno!”.

Se dirigen al Convento de los dominicos, donde el fiscal entabla negociaciones con los amotinados, contestando a preguntas de la gente y aclarando dudas. Francisco Román se da cuenta de que el problema es muy grave y que los amotinados “estaban resueltos a morir y no consentir que nadie se llevara la tierra de Sardina, porque en ellas pasaban como miserables la vida y que a costa de ella tenían aquel estado”.

El fiscal consigue con promesas de que el problema se iba a resolver por vía judicial, el que la gente deposite en el pósito las picas, banderas, cajas e insignias militares, pero una vez pacificada la villa comete un error al dictar una bando en el que prohibía a los vecinos salir de sus casas bajo pena de traidores al rey.

Esa tarde acompañado de oficiales realiza una ronda, en la que encuentra a vecinos desarmados que se dirigían a atender los animales y en vez de “irles con paciencia, hizo estruendos, comenzó a fulminar Autos, Provisiones, cuando no estaban frías las cenizas del tumulto”. Los vecinos se sintieron vejados y estafados y hacia las nueve de la noche ya se habían caldeado de nuevo los ánimos. Esta vez son los de Ingenio, con su capitán Gregorio Pérez al frente, provistos de hachas, que están delante de las casa del Cabildo (donde está el pósito) exigiendo las llaves, por que de lo contrario derribarían las puertas para coger las armas y estandartes. Pérez le comunica al fiscal que le fueron a buscar a su casa diciéndole que el capitán Roxas tenía cercado el convento y tomadas las bocacalles, por lo que los milicianos le amenazaron de muerte si no venía a Agüimes, en ayuda de los vecinos.

En esto el fiscal se da cuenta de que no son solo los de Agüimes los amotinados, le llegan noticias de que en Telde hay 300 hombres dispuestos a acudir así como otros muchos en Tirajana y toda la isla.

EL MOTÍN SE EXTIENDE A TELDE.

El día 3 por la mañana aparece la villa de Agüimes de nuevo con centinelas y cuerpo de guardia en sus accesos y con la expulsión por orden del párroco, bajo multa de cincuenta ducados y excomunión del presbítero Juan Melián por “desconfiar el pueblo dél, por ser amigo de don Francisco Amoreto”. El juez decide marcharse a Telde en vista de la situación y el tumulto de la villa que por momentos se recrudece: “havián de buscar a Amoreto por toda la isla y lo havian de matar y que havian de ir a sus Casas de la Aldea (Juan Grande) y les havían de pegar fuego”.

Campesinos de Agüimes. Fedac

Estando el fiscal en Telde, ocurre otro tumulto donde sesenta hombres al mando de alférez Francisco Alemán “que parece contenerlos”, seguidos de mujeres se sitúan frente a la posada donde se aloja, pidiendo la expulsión del alcalde ordinario Juan de Abadía por los muchos agravios sufridos. Los calma con promesas de atender en la Audiencia su solicitud. Cada vez hay más pruebas de la interconexión de los distintos pueblos en la refriega.

En los siguientes días se intenta rebajar las tensiones, intercediendo el cabildo catedralicio proponiendo que la tierra fuera concedida a los vecinos y el Cabildo prestaría a los campesinos el dinero equivalente a valor del remate abonado por el sargento mayor Amoreto.

El juez Francisco Román convoca el día 9 de diciembre a Amoreto y a representantes de los campesinos para ver si se podía llegar a un acuerdo. En la reunión, que se desarrolla bajo una gran tensión, Amoreto escucha por parte del fiscal la solución que había dado el Cabildo Catedralício y luego con un tono de altivez les hace relación de los favores que ha hecho a los vecinos de Agüimes y les dice que no iba a llegar más allá de asegurarles que conservarían sus parcelas como medianeros suyos.

Viendo que la solución estaba lejos, trata entonces el fiscal de descabezar el motín por lo que ordena al alcalde ordinario y a los cinco oficiales de milicia de Agüimes, que se presenten en Telde, bajo amenaza de multa de 200 ducados. Los oficiales justifican la desobediencia mediante un certificado.

El obispo Lucas Conejero, cuya residencia estaba en Santa Cruz de Tenerife, enterado del motín remite una carta a sus vasallos de Agüimes, recriminándoles su actuación. Les pide que nombren una comisión de 12 vecinos, que acompañados de 4 diputados del Cabildo eclesiástico, soliciten a las autoridades conmiseración y de paso explicarles sus razones y peticiones.

El domingo, 11 de diciembre, a toque de caja (tambor) se reúnen en Agüimes todos los vecinos de Ingenio, Carrizal y Temisas, nombrando una comisión de 12 hombres y acordando permanecer en armas, “porque de rendirlas serían maltratados por la justicia”.

El corregidor Damián Jacinto Guerrero había ofrecido desde el principio sus servicios a la Audiencia. El juez comisionado para el asunto de las tierras, Tolosa, le entregó una carta para que la hiciera llegar a los vecinos en la que les ofrecía “la continuación y goze de las tierras hasta que el Rey mandase otra cosa”. Los vecinos a esto responden que quieren ver el documento por escrito y no deponen las armas.

El capitán general Jose Antonio de Chaves Osorio se entera el día 10 de diciembre del motín (la capitanía esta en Tenerife). El cabildo le solicita que embarque con la mayor urgencia y el día 14 embarca para Las Palmas. Al comienzo de los acontecimientos y viendo el cariz que estaba tomando la situación, Amoreto se había desplazado a Tenerife para solicitar a la máxima autoridad justicia y duro castigo a los sublevados.

UNA COMISIÓN DE VECINOS SE REUNE CON EL CAPITÁN GENERAL. 25 VECINOS SON DETENIDOS.

El general Chaves, recibe en audiencia el día 18, a la comisión nombrada por los vecinos, entre ellos se encuentra también Cristóbal de la Rocha. El general les reprende por los actos cometidos y al mismo tiempo les dice que para darles clemencia e interceder ante la vía judicial para lograr una sentencia benévola, los amotinados deben someterse a la autoridad con tres condiciones: rendir las armas, recibir en la Villa a un representante de la Audiencia que continuara con la causa incoada por los hechos acaecidos y la entrega en la ciudad de Las Palmas de los estandartes, insignias y tambores del Regimiento, “dándoles por razón que se habían hecho indignos de tenerlas”, por “haberlas tomado sin órdenes, pero con esperanza de que haciendo mérito en la obediencia y respeto, se las volvería”.

Parece que esta reunión tiene buenos resultados y al día siguiente vemos a los amotinados entregando las banderas, tambores e insignias, que se depositan en la casa del Corregidor en Las Palmas.

El día 20 el general y los representantes de la audiencia deciden cambiar al fiscal Francisco Román que lleva la causa por el oidor (juez fiscal) Alejandro González de Barcia, a quién se les da las instrucciones que debe seguir. El 22, tenemos a este juez en Agüimes, decretando el embargo de bienes y dictando autos de prisión sobre 25 personas. El Alcalde Salvador Fernández hace una labor de calmar a los vecinos y de hacer que los procesados sean los menos posibles, seguramente haciéndoles saber que eran meras formalidades y que no iban a llegar a nada. Por tanto la villa esta tranquila.

Imagen de Agüimes. Fedac

El día 24, el fiscal regresa a las Palmas con el expediente y las declaraciones, responsabilizando de los presos al alcalde y al Capitán Roxas. El mismo día de nochebuena se recibe una solicitud pidiendo la libertad por ser esa fecha y “por ser hombres pobres, que perdemos por la prisión laborar la presente sementera y cuidar nuestros animales”. El fiscal al contrario pide a la Sala que traslade a los presos a Las Palmas.

Al mismo tiempo Amoreto, presenta también denuncias argumentando que los culpables deben pagar los delitos, exigiendo graves penas y hasta de sangre y que los presos sean trasladados a Las Palmas. Además pone denuncias a Quintana Mirabal, al procurador de los vecinos, Simón Espino, al alcalde, Salvador Fernández y a los capitanes Antonio de Roxas y Gregorio Pérez por no demostrar suficiente energía y aparecer en ciertos momentos al frente de los amotinados. Y dice también que son pocos los vecinos detenidos, por lo que pide que se procesen a todos los que no estaban de su parte.

Los magistrados Martínez y Tolosa, junto con el General Chaves, decretan el traslado de los presos y el general sabiendo que esto volvería a subir la tensión realiza una serie de gestiones diplomáticas en las que garantiza a los vecinos que los detenidos no sufrirán daños, promete que serán declarados libres de costa, cosa que no se va a cumplir. Estas gestiones las hará con el sacerdote Bartolomé Espino, natural del pueblo y con gran prestigio en el mismo.

Por tanto el pueblo acepta el traslado sin problemas, y los presos están en Las Palmas el día de los inocentes. A los 25 presos se añaden Juan Quintana Mirabal, al que Amoreto acusa de camarada de Rocha y cabeza del motín y el alcalde Salvador Fernández.

Otro hecho complicará la situación y es que Amoreto recibe de la península el título de propiedad de las tierras. Lo prudente hubiese sido que como solución de concordia se hubiese esperado la respuesta del Rey a la solicitud de los vecinos, debido a los hechos que habían acaecido. Pero el oidor Tolosa, debido a la autonomía que goza en el caso como juez comisionado y también a las presiones de Amoreto decide ejecutar el remate, a pesar de los consejos en contra del capitán general y del regente.

NUEVO INTENTO DE AMORETO DE TOMAR LAS TIERRAS.

Así tenemos el día 2 de enero al oidor Tolosa, a Amoreto, y a su suegro el Coronel Fernando del Castillo Olivares, junto con un séquito adecuado en el Llano del Polvo, donde les esperan 200 hombres de la villa, portando dardos (arma semejante a una lanza pequeña y delgada, que se lanza con la mano), armas, palos y una escopeta.

Tolosa les ordena rendir las armas, lo que realizan depositándolas en tierra. Tienen los sombreros en la mano, en actitud dialogante y de respeto. El oidor lee la Real Cédula a todos los presentes, y seguidamente Amoreto toma posesión: coge tierra, arranca hierbas, muda piedras…, todo ello en medio de un vocerío ensordecedor y muestras de desaprobación. Según el escribano los vecinos, entre ellos “calvo de pelo” y el viejo alférez Bernabé López, destruían los mojones, sin dar lugar a que el acto solemne tuviera remate. Los campesinos exigían que el escribano extendiera en el momento un certificado de contradicción en el que se expresara su desacuerdo y que se oponían, cosa que tuvo que hacer e incluso por duplicado y haciendo constar los años transcurridos desde que desmontaron las tierras.

También Amoreto, hace poner por escrito al escribano, que en muestra de generosidad estaba dispuesto a hacerles entrega de las tierras libres (por roturar), por un plazo de 10 años. El resto las ofrece a tercio, aunque lo normal era que se practicara a medias (medianeros, mitad para el dueño mitad para el que cultiva), llegando también a ofertarlas al precio de pago de un real y medio por fanegada y año (anteriormente pagaban al Cabildo solo un real) y lanza el proyecto de rozar (roturar) las trescientas fanegadas montuosas que habían entrado en la compra.

La oferta fue rechazada por los vecinos con buenas muestras de desagrado y le hacen una contrapropuesta: las tierras las sembrarían por suyas o nada.

viernes, 9 de marzo de 2012

EL MOTÍN DEL SUR DE GRAN CANARIA DE 1718-19. (2ª Parte)

SITUACIÓN DE LAS TIERRAS, ORIGEN DEL MOTÍN.

Recreacíón del mapa de la época, a raiz de la información.Tenemos dudas de hasta donde llegaban las tierras de cultivo  de Aldea Blanca y de Pozo Izquierdo (en litigio en colo rosa) por la confusión de los lindes.

PABLO GUEDES GONZÁLEZ.

En 1645 entre Sardina, Pozo Izquierdo y Aldea Blanca existían 735 fanegadas de tierra realengas, que eran ocupadas y explotadas ilegalmente por vecinos de Aguimes. Para dar legalidad a estos cultivos, la Audiencia llega a un acuerdo con los campesinos de forma que se les condena a pagar una multa de 1 ducado por cada fanega desmontada en concepto de frutos y rentas usurpadas y si los vecinos querían seguir explotándolas debían pagar un real de tributo perpetuo por cada fanega, cada año, con destino a fortificaciones y gastos de defensa. Las 753 fanegadas fueron adjudicadas a una treintena de vecinos, que continuaron con las tierras que venían cultivando. Con el paso del tiempo, en solo 20 años se duplica el número de propietarios, debido a fraccionamientos, herencias, ventas, etc.

En 1656 y por escritura ante Luis Ascanio, escribano de Las Palmas, el capitán general de Canarias, Alonso Dávila, vendió el censo de unas tierras en Sardina a los jesuitas, con el objeto de construir la muralla sur de la ciudad de Las Palmas, en la Portada de los Reyes, por temor a una invasión inglesa, pero con tan poca solidez y mala dirección, que cincuenta años después apenas quedaban vestigios (J.M. Pinto de la Rosa. Apuntes para la Historia de las Antiguas Fortificaciones de Canarias). El importe anual de los censos que se pagaban por estas tierras ascendía a 723 reales, y son vendidos a los jesuitas por 18.094 reales. Estos no reciben la posesión de los censos hasta el año 1691, y en 1717 ceden el derecho y el dominio de su cobranza al sargento mayor Amoreto. La cesión es considerada por los vecinos que poseen la tierra, que denominan de “la paredilla arriba”,  ( a la altura de la actual circunvalación de Vecindario por el Pabellón de Deportes) que pagaban censo a los jesuitas, como un intento de Amoreto de pretender quedarse con las tierras. Amoreto pagaría todos los censos a los jesuitas después de cobrarlos a los vecinos y si estos no pagan sus réditos, se quedaba con sus tierras (La comarca de Tirajana en el antiguo Régimen. Varios autores.)

En 1702 se descubren nuevas roturaciones clandestinas, en las que la Audiencia en sus sentencias, mantiene la doctrina de multa de medio ducado por fanega a los usurpadores y un real perpetuo por fanega que se debía pagar al Cabildo, para la defensa de la isla. Se expresaba además que se debía de llevar en el plazo de un año y medio“título de venta o merced de las expresadas tierras”, pues en caso contrario serían desalojados.

Los nuevos propietarios no cumplieron este último plazo y hasta 1712 los vecinos seguían comprometiéndose al pago del canon establecido pero sin que ninguno acudiera a la Cámara de Castilla en solicitud del título.

Habían otras 108 fanegadas de tierras realengas, junto a Las Salinas y Casa Fuerte del Romeral, que fueron roturadas por Antonio Lorenzo, constructor del castillo y que si pagaban anualmente el real por fanega al Cabildo por su dueño Cristobal de la Rocha. Nosotros pensamos que estas tierras correspondían a las propias salinas, y alguna pequeña parte roturada pues la mayoría era tabaibal, que se dedicaba al pastoreo.

En 1717 se adeudaba todavía 7.457 reales del total de 23.016 de la multa y de los censos del real por fanega se adeudaban 11.302 reales del total de 13.627. Los propietarios eran 63 en Sardina y Pozo Izquierdo y 30 en Aldea Blanca.

AMORETO COMPRA LAS TIERRAS.

En esta situación Francisco Amoreto, aprovecha la desidia de los vecinos para solicitar al Consejo de Castilla, que estas tierras, sean sacadas a subasta pública. El oidor decano (juez) de la Audiencia, Diego de Tolosa, es comisionado directamente por el Consejo para rematar las tierras, pero Amoreto solicita que se añadan más tierras, el Llano del Polvo, que son contiguas a las de Sardina. Los peritos miden valoran las tierras con la supervisión de los alcaldes de Agüimes y Tirajana, y les dan un valor de 2.838 escudos, que equivalen a 28.000 reales. Y finalmente las tierras se rematan a Amoreto en esa cantidad.

En este punto interviene el Coronel Cristóbal de La Rocha Bethencourt, que como hemos comentado poseía 108 fanegadas de las tierras en litigio. Treinta y dos de los vecinos cultivadores lo nombran su representante y le dan un poder que le faculta para llevar el problema hasta la corona.

Amoreto, entonces reacciona dirigiendo a doce vecinos contra Rocha. Los vecinos denuncian este poder por considerar que la cuestión solo interesa a los cultivadores de Sardina y Llanos del Polvo, ya que las tierras de Aldea Blanca pertenecen a Amoreto, además le acusan de usurpador de baldíos, y de existir “enemistad notoria” entre Rocha y Amoreto.

Los escritos de Rocha ante la Audiencia provocaron una serie de diligencias, entre otras el deslinde de tierras de Amoreto en Aldea Blanca.

Según Bethencourt Massieu el interés de esta lucha de estos dos poderosos, es la búsqueda de la hegemonía en el sur de la isla y en general de la isla. Para ello dividen la villa en dos bandos, incluso de los poderes, ya que el alcalde real de la villa (nombrado por el Cabildo) denuncia al ordinario (nombrado por el Espicopado) por favorecer al teniente coronel Rocha. Los vecinos de Aguimes se dividen entre los que apoyan a unos u a otros.

Casas de Amoreto, posteriormente Finca Condal en Juan Grande, años 40
Los vecinos expresan como razones contrarias al remate, el haber roturado y desmontado las tierras así como traer el agua para regarlas, lo que les ha ocasionado un coste, además del tiempo que llevaban cultivándolas como las multas y canon que pagaban. Además expresan su deseo de no tener relaciones con un vecino poderoso como Amoreto, pues la experiencia de su trato les ha llevado al convencimiento que es “hombre de poca prudencia , atropello y codicioso”.

Esto es así porque el desarrollo del patrimonio de los Amoreto en el sur era impresionante. Entre 1696 y 1733 en las que se funda el mayorazgo, se vinculan a él 9.000 fanegadas de tierra. Fundamentalmente en el sur, pero también en Telde y Jinamar.

El juez Tolosa responde con una negativa a los demandantes, a pesar de que en 1709 se había opuesto a una propuesta del Cabildo semejante.

Casas Amoreto posteriormente Finca Condal en Juan Grande, años 40
Tolosa remite el expediente de remate a la Cámara de Castilla. Los vecinos ofrecen el precio del remate, cantidad que prestaría el Cabildo Eclesiástico “por sosegar sus clamores y evitar el desamparo”.

El Rey a propuesta de la Cámara de Castilla aprueba el remate el 2 de agosto de 1718 y cursa instrucciones para que se produzca el pago, hecho que realiza Francisco Amoreto en cuanto tiene noticia.

A fines de octubre, aún sin haber recibido el título jurídico, solicita al juez y este le concede el disfrute de las tierras, al tiempo que prohíba la entrada en ella a los vecinos de Agüimes.

ACUSACIONES DE LOS VECINOS CONTRA AMORETO. MODOS DE VIDA DEL SUR.

Los testimonios y acusaciones reflejados en el juicio del motín son una importante fuente de información de los modos de vida de campesinos y pastores del sur, así como de la descripción del monte tabaibal. Segun los testigos, el tabaibal-cardonal que se extendía por toda la franja costera del sur de la isla era una "selva" de tabaibas tan grandes como higueras que permitían caminar por abajo de sus ramas y perderse si no se la conocía. Asimismo en los testimonios se refleja la personalidad y modo de actuación de Francisco Amoreto. Suarez Grimón y Quintana  Andrés (Historia   de  la  Villa  de Agüimes. Tomo II) nos aportan la siguiente información.

Tabaibal- Cardonal en Tenerife.

Los vecinos acusan a Amoreto de que montado en su yegua, maltrata y apresa a los ganados de cabras u ovejas que se introducen en las tierras en litigio y a los asnos o jumentos les corta las orejas con el alfanje o espadín que lleva a la cintura. Una parte de los testigos también declara que en el territorio comprendido entre el Barranco de Tirajana y Las Salinas tiene un juez de comisión que multa a los ganados que coge.

Los vecinos además denuncian que Francisco Amoreto se ha querido apropiar y apropiado de 1.000 fanegas de tierras montuosas donde dicen Barco Quebrado, a la orilla del mar y ha hecho una cerca de piedra prohibiendo y estorbando la entrada de los ganados a pastar en dicho monte y tierras así como en los rastrojos de las desmontadas después de levantada la sementera en contra de lo establecido en la Ordenanza de la Isla. Amoreto responde a las acusaciones de los vecinos en el motín que la piedra reunida en Barco Quebrado, a la orilla del mar, está destinada a obras de las salinas y no para embarazar la entrada de los ganados al pasto, pues por ser poca podían entrar por otras partes.

Barco Quebrado, topónimo de origen portugués, establecido desde el siglo XVI, suponemos debido a uno de los múltiples encallamientos a lo largo de la historia en la zona, se encuentra en la situación de la actual Piscifactoria ADSA, en El Matorral. (Ver nuestro artículo: NAUFRAGIOS EN LA COSTA DE CASTILLO DEL ROMERAL. ). A su vez El Matorral, debe su nombre al Monte Tabaibal, que en la zona era, si cabe, aún mayor.

Continúan los vecinos acusando de que por ser Francisco Amoreto, sargento mayor de su regimiento y coronel del mismo, Fernando del Castillo Olivares, su suegro, no ha denunciado la apropiación que ha hecho el primero de muchas tierras realengas montuosas sin dejar entrar a ningún vecino a pastar a ellas con ganados mayores y menores y amenazando de muerte a los pastores con trabucos, dando ocasión a que alguno se le enfrentase y dijese que "...si le herrava fuego que lo havía de pasar con la lanza, exponiendo y dando ocasión alguno de dichos criadores".

En la peritación de las tierras, a raíz del juicio, y en referencia a las tierras destinadas a pasto común los peritos dicen que “…desde la vereda para arriba aún e donde dormir los ganados asi como por ser terrazgo tan a propósito, que es donde se cria mejor ganado de la isla por ser tan abundante de yerva”. Los alcaldes de Agüimes se mostraron favorables a que las tierras continuasen destinadas a pasto, porque eran insuficientes no solo para alimentar, sino para que pudieran dormir las 12.000 cabezas de ganado cabrío y ovejuno existentes en la jurisdicción.

Tabaiba dulce en Tenerife.

La tabaiba dulce y las aulagas la comen las cabras y en menor medida los jumentos y las ovejas. Son necesarios dos o tres años después de desmontadas las tabaibas, para que pudran las raíces y poder cultivar el terreno.

Se refieren Suarez Grimón y Quintana, a la importante potencia ganadera de la comarca, y por ello, la intención de las autoridades de mantener tierras destinadas a pasto para los ganados. Recordamos que la zona denominada Tabaibal del Castillo desde el Barranquillo de El Rodeo hasta el Barranco de Tirajana, fue posteriormente utilizada por los Guedes del Castillo para pasto de su ganado, estableciendo su corral en la Cañada del Mato, que se situaba en la cercanía de los actuales chalets de Castillo. (Ver LA CUEVA DE LA MAJADILLA. MORADA DE LOS PASTORES GUEDES, EN AMURGA. )

Tabaiba gigante en Tenerife, de unos tres metros de altura y metro y medio de perímetro con una antiguedad de cientos de años.  Más información sobre el ejemplar en: http://tenerife-ecologia.blogspot.com/2011/12/tabaiba-dulce-de-los-baldios-la-bella.html

Los testigos del juicio del motín, presentados por Cristóbal de la Rocha, apoderado de los vecinos, atestiguaron que Francisco Amoreto había realizado rozas en los "aljulagares del rodeo o monte del tabaibal, junto a los tabaibales de las salinas y Castillo del Romeral," estas últimas realizadas con anterioridad a la muerte de José Jacinto Betancor quien se opuso a dicha roza, y como que cada uno pretendía hacerla por su cuenta se paralizó desde entonces volviendo a crecer monte de ajulagal en ella. Tampoco que en las tierras montuosas situadas desde el barranquillo de Juan Grande (o del Rodeo, que desemboca en La Caleta, junto al muelle. Se refiere a la zona de Juncalillo) hasta sus salinas no dejaba entrar ni pastar ganado estraño.

Los testigos también dicen que a los jumentos les cortaba una oreja, la marca de don Francisco, y las colgaba de un olivo a la puerta de su casa. Los jumentos que hallaba en sus tierras los llevaba al muro de su casa de Juan Grande y allí les cortaba una oreja y las colgaba de unos olivos plantados en la puerta de su casa y ermita. El caso más sonado fue el apresamiento dos o tres años antes por parte de Amoreto de diez jumentos, cinco de Sebastián Franco y uno o dos de Ambrosio Viera, a los que cortó posteriormente la oreja.
Ejemplar anterior, que debe ser similar a las tabaibas que existian
en nuestra cormarca, hoy día totalmente desaparecidas.

El escribano Lucas Betancourt Cabrera sirvió en la escribanía de Agüimes entre 1682 y 1692. En diferentes viajes que dio a Llano del Polvo y Vega de Sardina vio que había muy pocas tierras desmontadas, estando la mayoría llenas de grandes tabaibales, permitiendo andar debajo de ellas, como si de higueras se tratase, cuando con algunos amigos iba a cazar con perros y jurones a dichos pago, comenzando desde entonces y hasta que salió de Agüimes, los desmontes.

Santiago Cazorla León, (Los Tirajanas de Gran Canaria) nos apunta más datos. Así en una carta del Deán del Cabildo de la Diócesis canariense dirigida al rey Felipe V, en 1719, con motivo del motín:

 “El pago de Sardina era antes una selva, abrigo solamente para desembarco de piratas sarracenos que con su continuación la hicieron tan sospechoso para los naturales, que nunca penetran sin peligro de muerte o cautiverio. A costa de sus fatigas lo desmontaron, y con la repetida efusión de sangre que derramaron en defensa de su ribera, lo hicieron fecundas heredades y lo cultivaron, de suerte que son el único medio de sustentación”.