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lunes, 6 de septiembre de 2010

TRADICIONES DE LOS ANTIGUOS GUEDES. EL GARROTE CANARIO.

A continuación publicamos un artículo realizado por Eduardo González, al cual queremos agradecer la cesión para su publicación en HCR. El artículo pretende difundir una técnica de aprendizaje de la lucha del garrote.

El “maestro” de estas enseñanzas es Manolito Guedes Rodríguez, pastor de Casa Pastores, fundador junto con sus hermanos de este barrio situado al lado de Sardina, y heredero de una serie de conocimientos, técnicas y tradiciones que le transmitieron sus antepasados, también pastores, entre los que se encuentran las técnicas que hoy aquí difundimos.

Manolito Guedes era descendiente de los Guedes del Castillo, y con toda seguridad esas mañas y luchas de los antiguos pastores también fueron empleadas en las luchas contra los piratas que tuvieron lugar en la fortaleza y eran el modo de lucha de las antiguas milicias canarias. El Garrote” o palo canario era prácticamente el única arma con la que luchaban contra los enemigos, pues pocas eran las armas de fuego.

Según la tradición de la familia Guedes en el Castillo, dos hermanos de Ma´Blas Guedes, Manuel y José, se quedaron a vivir en La Pasadilla a mediados del siglo XIX y de ahí descienden los Guedes fundadores de Casa Pastores y entre ellos Manolito Guedes.


Blas Antonio Guedes López o Ma´Blas Guedes como era conocido por sus descendientes, era pastor y mayordomo de las Salinas y de la fortaleza del Castillo y era nieto del último condestable de la fortaleza de Santa Cruz del Romeral que se llamaba Blas Antonio Guedes Gordillo.

EL “ABEJORRO”, O JUEGO DE MANOS.

EDUARDO GONZALEZ PÉREZ
Directivo de la Federación de Salto del Pastor y uno de los fundadores de la Escuela de Garrote La Revoliá y de la Pila de Garrote de Vecindario.
Fotografías y documentos: Archivo Gráfico y Sonoro “Escuela de Garrote LA REVOLIÁ”

El “abejorro” es un insecto himenóptero, de dos a tres centímetros de largo, velludo y con la trompa casi de la misma longitud que el cuerpo. Suele vivir en enjambres poco numerosos y zumba mucho al volar.

Quien hacía esta vez de abejorro era Manolito Guedes, cuyas manos, no tan largas como la misma longitud de su cuerpo, pero hábiles y prestas al vuelo, trompeaban sobre nuestras caras si no estábamos listos para esquivarlas. El zumbido de dicho animal era imitado con la boca por este pastor que nos enseñaba algunos de los juegos de su época.

Y consistía el juego del “abejorro” en una variante de “juego de manos”. Se practicaba entre tres personas. Una de ellas, el que hacía de abejorro, se colocaba en el centro, y las otras dos a cada lado. El del centro, imitando el abejorreo del animal que da nombre a este juego e intentando despistar a cualquiera de los otros dos participantes, elegía el momento en que entraba a “picar” con su trompa o aguijón. Este acto de “picar” consistía en lanzar la mano rápidamente para asestar un bofetón o “sonío” en la cara o en el tronco de la oreja de cualquiera de ellos. Éstos, a su vez, debían estar preparados para el embate del abejorro, cubriéndose con una de sus manos parte de la cara y con la otra dispuesta a devolver el bofetón al susodicho insecto. Por supuesto que el guantazo se podía devolver solo en el momento en que el abejorro decidiera entrar a picar.

Con la mano izda. se cubre la cara y el cuello.

Con la derecha, cuando el abejorro intenta “picar”, contraataca.

Algunas veces el abejorro decidía picar al mismo tiempo a las dos flores, (en este caso representadas por los dos capullos de brotes de tuneras que flanquean a Manolito), y no tenía mas remedio que agacharse o intentar de otra manera el esquivo de las zarpas que defendían y contraatacaban.

Bien es cierto que por respeto al maestro, cuando este hacía de abejorro, no le asestábamos un sonío a modo de defensa. Simplemente nos limitábamos a quitarle el sombrero de la cabeza, cosa que alguna que otra vez conseguíamos. En este caso, al que esto conseguía se le daba por ganador y pasaba a ocupar el puesto de “abejorro”.

El que fuéramos condescendientes con Manolito no era norma que estuviese fijada en este juego. Por ello, si uno no se cubre bien o está presto a defenderse de las continuas picadas a las que puede ser sometido, tendrá que aguantarse la tollina de guantazos que pueda recibir. Como bien se puede apreciar en la siguiente imagen, nuestra condescendencia no tenía por que ser recíproca por parte de Manuel. Esa norma no estaba escrita.

Con este juego de manos intentaba el maestro que adquiriéramos velocidad, destreza y habilidad, cualidades todas ellas que el que pretenda ser garrotista debe cultivar. Era parte de su manera de “ensayarnos”. Pero quizás sin quererlo, o queriéndolo pero sin saberlo nosotros, consiguió mucho más que dotarnos de esas habilidades. Las tardes que pasamos en el corral, de ésta en particular hace unos 20 años, son recordadas por nosotros con las mismas alegrías y fiestas que nos proporcionaron en aquel entonces. Es que nos partíamos el pecho de la risa.

Afortunados fuimos al conocerlo y más afortunados aún al podernos contar entre sus amigos. Por eso hacemos todo lo posible por cuidar de su amistad. Reciba un abrazo de nuestra parte y hasta siempre, compañero.

En el juego del “abejorro” que vemos en la foto, participan Manuel Guedes, en el centro, Suso Álvarez, a la derecha de Manuel, y Eduardo González, a su izquierda. Las risas de Lourdes y Antoñito Guedes, fallecido en noviembre del 2003, las provocaba la forma peculiar con la que Manolito imitaba el zumbido del abejorro, insecto himenóptero de dos a tres centímetros de largo que tal y tal…


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