miércoles, 8 de octubre de 2025

¿Que relación tienen: la Batalla de Trafalgar, la I Guerra Mundial y el vapor ‘Michael Ging’, hundido en 1927 en Castillo del Romeral?

Vapor ‘Zuleica’ encallado en 1920 en la desembocadura del Guiniguada, con niños observando desde el ‘sorrio’, en una estampa que pudiera ser exacta, a los niños de Castillo del Romeral contemplando al ‘Michael Ging’, en Barco Quebrado, en 1927. Archivo FEDAC.

 

PABLO GUEDES GONZÁLEZ

El arqueólogo, investigador y submarinista, Eduardo Grandio, con un excelente y muy documentado sitio web , dedicado a los pecios de Gran Canaria (www.grandio.org), nos relata como fueron los últimos momentos del pesquero de 38 m, anteriormente dragaminas británico, ‘Michael Ging’, en 1927, embarrancado frente a lo que hoy es el barrio de Salinas de Matorral.

El Michael Ging volvía de los pesqueros africanos, cargado de pescado, con destino a Barcelona, donde había estado descargando el 25 de noviembre y, a los pocos días había vuelto a partir para la pesca (normalmente se quedaba cuatro o cinco días en puerto):

... A la 1:45 de ese día 17 de diciembre, navegando rumbo nordeste, procedente de la pesca y cargado con gran cantidad de pescado refrigerado en hielo. Bordeando la costa de Gran Canaria, pasada la punta de Maspalomas, embarrancó, según su piloto, D. Miguel Zaragoza, a causa de "los fuertes chubascos y a haber una pequeña niebla que impedía distinguir las costas y los faros". El barco se quedó varado casi en tierra, habiéndose estropeado la radio y abriéndose vías de agua que inundaron las bodegas y paralizaron las máquinas.

Los primeros auxilios, como es habitual en nuestras costas, los prestaron los pescadores locales, que consiguieron salvar a la totalidad de la tripulación, 20 tripulantes y el capitán, el gaditano D. Vicente Hidalgo. En una primera instancia se esperaba reflotar a la embarcación y para ello se envió al remolcador Océano en auxilio de la embarcación encallada, pero las vías de agua en el casco impidieron el reflotamiento.

El barco fue despojado de todo su utillaje (redes, cables, cabos, anclas, cadenas, faroles, bitácoras y muchos más objetos) que fueron puestos a la venta en Las Palmas.

La realidad es que tampoco debía haber mucho interés en reflotar el barco pues a finales de los años veinte el sector pesquero de altura español volvía a enfrentarse a otra gran crisis. En estos años, tras la quiebra de Pesca y Navegación S.A. "los veinte barcos de altura pertenecientes a las cuatro casas restantes (una de ellas Galiana y Vejarano) estaban todos amarrados". Es indudable que esta crisis pudo tener relación con el estado de abandono que sufrió el Michael Ging una vez embarrancado. En cualquier caso, el armador liquidó la empresa el 31 de Mayo de 1934...»

El HMT Cardiff, un dragaminas/arrastrero de la clase Castle, gemelo del Michael Ging, Obsérvese el cañón a proa. www.grandio.org


A esta información, recopilada del diario La Provincia en esas fechas, añadimos lo que conocemos de la rica tradición oral del pueblo, que me relata mi padre, Pablo Guedes García, acerca de los múltiples ‘vapores’ y barcos a vela, encallados a lo largo de estos siglos en esta punta, así como de los personajes del pueblo que tuvieron relación con los sucesos. Una puntualización: él se refiere a estos barcos como ‘vapores’, como se los conocía en el pueblo, no porque todos funcionaran a vapor como en los primeros tiempos de la navegación a máquina, sino siguiendo la tradición que llamaba así, a estos barcos para distinguirlos de los habituales, que navegaban a vela, en esta costa ventosa de obligado paso de buena parte del tráfico marítimo de la isla, en su travesía atlántica o a las pesquerías africanas.

El primer barco del que tenemos noticia escrita en esta zona, es el que nos refiere Eduardo Grandio, a partir de una nota de prensa del Diario de Tenerife del 3 de febrero de 1891, que nos informa del hundimiento del pailebot ‘Santiago’ de matrícula canaria en las Salinas de Matorral. No tenemos más datos, pero con toda seguridad se trataría de un pesquero que regresaba de las pesquerías y embarrancó en La Punta. Creemos que el pailebot (más moderno) y el bergantín (más antiguo), eran los típicos barcos de vela que se utilizaban para las pesquerías africanas, con dos palos, con el trinquete (palo de proa) más corto que el palo de popa o mayor. Pensamos que la diferencia entre ambos radica en el tipo de vela, en el bergantín velas cuadras o cuadradas montadas en vergas (palo horizontal sujeto al mastil como si fuera una percha, origen del nombre de bergantín), más favorables para una navegación, con viento en popa o a favor y en el pailebot (considerada como una goleta pequeña) con velas de cuchillo o latinas y cangrejas, más fáciles de manejar y que hacen al barco más maniobrable y que pueda navegar con velocidad también en rumbos de ceñida (con la proa en la dirección más cercana al viento) o contrarios, como los que se encuentran en el regreso desde las costas de África.

Bergantín canario pescando en la costa de África. Histoire naturelle des îles Canaries I, 2. Les Miscellanées Canariennes. Planches. 1839. Bayerische StaatBibliotheck Digital. https://www.digitale-sammlungen.de.

Velero tipo pailebot, modelo común de la flota canaria en el s. XX, aparejado con velas cangrejas. Francisco Suárez Moreno.

En el pueblo, se conocía a los barcos que encallaron durante el s. XX, por el tipo de carga que llevaban. Y nuestro protagonista era conocido como “el barco del pescado”, y que sepamos, fue uno de los tres que no pudieron ser desencallados y se perdieron, el primero ya relatado y el tercero, el Plasencia, sí desembarrancado pero finalmente perdido, pues se hundió en las cercanías por una vía de agua. Otros barcos referenciados por su carga, eran conocidos como el del café (1915), el del trigo y el de afrecho (alimento para animales), estos creemos que en los años 40 o 50, puesto que los presenció mi padre y el Plasencia, que llevaba carga de pescado, en 1962. Nosotros, fuimos testigos del encallamiento y reflotamiento de otros dos grandes buques, a finales del XX, y del último naufragio del que tenemos noticia el de la goleta ‘Grand Folly’ en 2019.

El conocido como ‘barco del café’ , debe corresponderse con elPembrokeshire’, un barco inglés de 6.500 toneladas de registro que encalla en La Punta, a las cinco de la madrugada del lunes 16 de noviembre de 1915, y cuya historia conocemos por un artículo en el diario La Provincia (enlace aquí). A similitud con lo que posteriormente ocurriría con el Michael Ging, el primer oficial, declaró que la causa de la catástrofe fue una densa neblina que le impedía ver la costa.

El barco, venía con un cargamento de café y cacao para Inglaterra, procedente de Argentina, siendo los últimos puertos en los que había recalado, los de Santos, Río de Janeiro y Bahía Blanca, desde donde había partido el 26 de octubre de 1915. Llevaba a bordo 83 marineros y tres pasajeros, al mando del capitán Chas L. Willats y era la segunda vez que el buque hacía escala en Gran Canaria. Tras el varamiento, en su ayuda acudieron, el crucero alemán Carmania, de vigilancia por estas aguas (estratégicas como venimos recalcando en muchos artículos) a causa de la I Guerra Mundial, donde se libraba una batalla por el control del Atlántico, junto con otro buque, de bandera inglesa. Fueron necesarios para sus rescate, más de 150 hombres y tres barcos. 

Alzado y planta del Plasencia. Eduardo Grandio

Según mi padre, el conocido como ‘barco del trigo’, procedía de Argentina, y era uno de los múltiples buques, que en la época de hambruna de la postguerra, ayudaron a la supervivencia de la población canaria en aquellos tiempos de penurias. Venían barcazas que trasportaban el trigo desde el barco hasta el Puerto de La Luz, descargando peso hasta que se logró desembarrancar. Al igual que se hizo con otros barcos, se amarraban cabos a la popa desde varios remolcadores, esperando a la marea alta, momento en que tiraban y lograban sacarlo de la situación.

Mi padre recuerda especialmente el ‘barco del afrecho’, alimento para animales, y nos relata que las sacos de este producto salían flotando del barco arrastrados por la corriente y que venían gentes desde muy lejos incluso desde Tirajana, con bestias para recuperar estos sacos, con los que poder alimentar a los animales, en esa época de miseria. Recuerda también a la gente del pueblo recuperando los sacos vacíos, por ser de buena calidad, para utilizarlos en diversos usos.

El naufragio mas conocido actualmente es el del ‘Plasencia’, barco de madera de 142 toneladas, de 28 m de eslora, ocurrido el 11 de abril de 1962, sobre el cual publicamos un artículo (enlace aquí), que encalló en el mismo lugar que el ‘Michael Ging’ y pudo ser rescatado, pero con tan mala fortuna que debido a una vía de agua se hundió a escasa distancia de la costa frente a la Central Térmica a 34 m. de profundidad. El pecio es considerado, hoy día, la joya del submarinismo deportivo de Gran Canaria.

A continuación exponemos el recorte original de la noticia del Diario de Las Palmas, del sábado, 14 de abril de 1962, donde se detallan los hechos:






En fechas mas recientes recordamos, por haberlos vistos in situ, los encallamientos de dos barcos cargueros, el primero, tuvo lugar donde posteriormente se construyó la central térmica, en los años 80 y el otro en Juncalillo del Sur, en los 90. Los dos pudieron ser reflotados.

El último naufragio del que tenemos noticia, fue el de la goleta ‘Grand Folly’, de bandera americana, que se perdió en agosto de 2019, embarrancando junto al Parque Marítimo en la parte norte del pueblo, siendo rescatada por una gran grúa, dejándola en la zona, para incendiarse posteriormente.

Rescate de la goleta ‘Grand Folly’. En Prensa. 

La pauta de la mayor parte de los naufragios de esta costa, se produce de la siguiente manera. Los barcos suben confiados por Las Calmas de Maspalomas, desde el sur de la isla, cuando de improviso y de forma desprevenida se encuentran con la marejada producida por los fuertes vientos contrarios que caracterizan esta zona, sobre todo en verano (de media de hasta 70 y 80 km/h), haciéndoles tomar, en caso de navegación a vela, el rumbo de ceñida o bolina, muy duro para la navegación, y más para frágiles embarcaciones. A ello añadimos dos factores importantes, que la navegación se realice en noche sin luna, lo que produce la invisibilidad de la silueta de la costa que es muy baja y llana y que La Punta se encuentra en el rumbo de navegación hacia el Puerto de la Luz. Si los pilotos y la tripulación no están prevenidos y preparados o el barco no está en buenas condiciones, lo normal es que ocurra el encallamiento.

Este hecho fue el motivo de la construcción del Faro de Arinaga entre 1889-92, entrando en funcionamiento en 1897, con proyecto del ingeniero León y Castillo, al igual que el de Maspalomas, construido también por aquellos años. Esto no fue óbice, para que se siguieran produciendo encallamientos, según los pilotos, por ‘neblinas’ que impedían ver la costa, que podría enmascarar también despistes, o el estar durmiendo en la madrugada, en el momento de la catástrofe.

Y los mismos hechos, podrían haber ocurrido a lo largo de los siglos, pues tenemos el topónimo histórico del s. XVI, pensamos que de origen portugués, ‘Barco Quebrado’, en la zona de la piscifactoria ADSA, que también creemos que daba nombre a toda la zona, desde el norte de Castillo del Romeral, hasta la actual Central Térmica. Y refleja, ya desde aquellos tiempos, la peligrosidad para la navegación de esta costa de fuertes vientos y corrientes, una costa llana y baja que se adentra en el mar, y por tanto con poca visibilidad, que fue causa de múltiples encallamientos nocturnos.

Barco Quebrado’, cuadra con una leyenda de la comarca, sobre el origen de los habitantes de un poblado negro, (ver nuestro artículo sobre este tema, enlace aquí) que se situaba en el curso medio del Barranco de Tirajana, también desde el s. XVI: el naufragio de una carabela portuguesa cargada de esclavos negros, en esta zona. 

Mapa de la' Costa de Las Salinas', con los topónimos 'El Matorral'. 'Tabaibal del Castillo', 'Barco Quebrado', Tenefé o Tenefent. 'Boca de Las Casillas' (tomadero de agua de las salinas). 

 

Como venimos incidiendo en diversos artículos, esta era una costa estratégica de obligado paso en la navegación. Se convirtió en el punto más destacado, transitado y comunicado del despoblado Sur, durante más de 400 años. Una media de entre 15 y 20 bergantines acudían periódicamente a cargar sal para dirigirse a las pesquerías de África, y a retornar por la misma zona a la vuelta. También, pasaban por aquí los navíos que se dirigían a la travesía atlántica y a la travesía a la India pasando por el Cabo de Buena Esperanza. 

Los barcos pesqueros, partían de LPGC con destino al caladero africano, a ‘La Costa’ como era llamada por los pescadores, que llegaba desde el Cabo Bojador al sur de El Aaiún hasta la península de Cabo Blanco en la frontera entre Mauritania y el antiguo Sahara Español, en las villas de La Güera y Port Etienne (protectorado francés) llamado en la actualidad Nouadhibou (Mauritania), un área de pesca muy rica, de las primeras a nivel mundial. 

Tenemos un documentado artículo (enlace aquí) del investigador Jose Daniel Rodríguez Zaragoza, donde se relata como eran los rumbos y técnicas de navegación de los pesqueros canarios a lo largo de los siglos, desde la isla a las pesquerías africanas y el regreso. Y nos relata especialmente, un viaje del naturalista belga Arthur Taquin que se embarca en 1902 en el costero ‘Federico’, uno de los 24 que componen la flota grancanaria en aquel momento. El barco sale de Gran Canaria, carga sal en nuestra comarca, para después dirigirse a las pesquerías de Cabo Blanco, donde se detalla la dura navegación de los canarios en la costa occidental africana y especialmente la ruta de regreso que viene a llegar hasta la vista del Faro de Maspalomas. Los patrones en su mayoría no sabían leer ni escribir y conocían la navegación de memoria, por la experiencia acumulada durante siglos en estas pesquerías.

Debido a la dirección de los alisios y al dibujo de la costa de la isla, los pesqueros debían pasar por esta costa ventosa, lo que fue el origen de la construcción de las salinas, desde el s. XVI y es por ello que el lugar se convirtió en punto de recalada para cargar la sal. Luego, se dirigían a los caladeros con el viento a favor, a los cuales llegaban en unos tres días. En la vuelta, esta vez con viento en contra, debían navegar de ceñida o bolina en un rumbo que les hacia llegar al sur de la isla volviendo a retornar a esta comarca, en un trayecto en el que podían tardar unos 15 días.

Tenemos un artículo (enlace aquí), reflejando las razones por las que creemos que esta costa podría ser el litoral histórico más importante de Canarias, por la que, a su vez, han pasado los más importantes navegantes. Así creemos que Colón, que debía conocerla muy bien, la elige para las reparaciones de La Pinta durante 15 días en el viaje del descubrimiento, pues conoce que en las condiciones en las que estaba la nave (haciendo mucha agua y con el timón averiado), sería imposible superar ‘La Punta’ en pleno verano por los fuertes vientos y corrientes en contra, que la harían naufragar inevitablemente.

Expertos en historia naval y en los viajes de Colón, los capitanes Carlos Etayo y Luis Ayesta y el almirante Cristóbal Colón de Carvajal (descendiente de Colón) apuntaron que fue en alguna playa del sur de la isla, donde la Pinta estuvo perdida durante más de medio mes (enlace aquí a sus artículos). Pensamos que la playa más conveniente para una varada de esta embarcación, en todo el sur es la de la desembocadura del Barranco de Berriel, junto a Pozo del Lentisco (Bahía Feliz), fundamentalmente, por sus características físicas y por contar con los avituallamientos necesarios.

Sumado a lo comentado, la Casa Fuerte de Santa Cruz del Romeral, se convirtió en el refugio de los barcos perseguidos por los piratas y por naves enemigas en las múltiples guerras de España y así conocemos de barcos refugiados al abrigo del Castillo durante los años 1797 y 1798, cuando se produce el ataque de Nelson a Santa Cruz, en la guerra con Gran Bretaña.

En cuanto a hundimientos por estos motivos, reseñar los informes de hundimientos de pesqueros por parte de piratas en esta costa y el pecio de la probable carabela de principios del XVI, hundida en La Tabaibita, del que conservamos un cañón pedrero rescatado, en la Casa de la Cultura del pueblo (ver nuestros artículos sobre los restos hundidos en esta costa). Por último el ataque, frente a la costa de Castillo del Romeral, y posterior hundimiento en las Burras, del submarino alemán U167, por parte de los aliados en la II Guerra Mundial (artículos aquí).

Submarino U167 rescatado en 1952, al fondo Amurga. Foto archivo Santiago Guillén.








Y respondiendo al interrogante del título del artículo, según nos cuenta Eduardo Grandio, antes de convertirse en pesquero el ‘HMT Michael Ging’ (HMT: His/Her Majesty's Troopship o Buque de Tropas de Su Majestad), era uno de los 197 arrastreros de la clase Castle, construidos para servir como dragaminas por el Almirantazgo Británico entre 1916 y 1918, durante la I Guerra Mundial. Estaba incluido en el Royal Navy Patrol Service que utilizó una ingente cantidad de arrastreros como un arma barata en la guerra antisubmarina y las operaciones de desminado, protegiendo las costas y los convoyes.

Junto al Michael Ging, se construyeron 145 buques en el Reino Unido para el Almirantazgo. Después de la guerra, otros 52 buques encargados se completaron como pesqueros y muchos de los dragaminas se reconvirtieron para uso comercial. Y este fue el destino del ‘Michael Ging’, vendido a la compañía barcelonesa Galiana y Vejarano en 1922, una de las cinco casas armadoras que aglutinaban a toda la flota pesquera de altura de Barcelona.

Su equipamiento militar fue el estandar básico, un cañón QR de 12 libras montado sobre una plataforma en la proa. No fue equipado, como si lo fue el ‘Alcyon’, el otro arrastrero de la patrulla hundido en Gran Canaria (en la Baja de Gando), con un lanzador de cargas de profundidad y, mucho menos con un hidroavión (solamente el ‘Alcyon’ y otros tres arrastreros lo montaban).

Según Grandia:

el Almirantazgo Británico, para bautizar a los arrastreros de la clase Castle, recurrió a nombres de oficiales y marineros que, el 21 de octubre de 1805, participaron en la batalla de Trafalgar. Entre los enrolados en el famoso y victorioso HMS Victory, buque insignia de la flota británica durante la batalla de Trafalgar, comandado por el vicealmirante Horatio Nelson, 820 hombres recibieron premios en metálico y una subvención del Gobierno por los buques enemigos destruidos o capturados durante la batalla. En esa honorable (para los británicos) lista, encontramos a Michael Ging, un joven irlandés, de 21 años de edad, enrolado como marinero (ordinary seaman), que es quien daría nombre al arrastrero que nos ocupa, al acabar sus días tras encallar en las costas del Castillo del Romeral.

Entre 1922 y 1927, el ‘Michael Ging’ realizó labores de arrastrero de pesca, teniendo su base en el Muelle de Levante del Puerto de Barcelona, donde descargaba abundante pescado refrigerado, procedente de las aguas africanas del banco canario-sahariano. Asimismo, era un habitual del Puerto de la Luz, y de paso por nuestra costa, en tránsito de su trayecto de ida y vuelta.

Según me cuenta mi padre, el barco embarrancó frente a las llamadas “Salinas de Chanito Cruz” (su último arrendador y salinero), situadas durante unos doscientos años, justo, donde hoy encontramos la entrada sur del poblado de Salinas de Matorral. A su vez, situadas estas, a unos doscientos metros de las antiguas Salinas del Conde y la Casa o almacén de la Sal de estas salinas, que estuvo en pie (y todavía podemos ver los restos, junto a la Factoría de acuicultura ADSA), hasta bien entrados los 2000, que es donde según mi padre se localiza el topónimo ‘Barco Quebrado’.

Salinas de El Matorral o de La Punta en 1955, al sur las de Barco Quebrado (donde la actual piscifactoría), pertenecientes al Condado, construidas en 1787. Le siguen las de Chanito Cruz (comienzo del actual poblado) y las de Manuel Méndez con dos planes y un cocedero, las más al norte todavía en pie, construidas en 1795 por José Benítez de Lugo. Creemos que toda la zona hasta Bocabarranco (después de la actual Central Térmica) era conocida en la antigüedad como Barco Quebrado. También la zona era conocida como El Matorral, por el bosque tabaibal muy tupido, calificado como una selva, con tabaibas del tamaño de higueras. CECAF Centro Cartográfico y Fotográfico del Ejército del Aire.

El salvamento del barco, tras el varamiento, no llegó a buen fin y el 14 noviembre de 1928 se vendía el casco para chatarra, sin resultados. Durante unos veinte años se fueron desmantelando, con los temporales de Sur, los restos del barco, que se situaba a escasa profundidad, unas dos brazas (unos 3 o 4 m.). Y mi padre recuerda ver la caldera del barco sobresaliendo del agua con un agujero en la parte superior, y a similitud de los bufaderos, creándose un chorro de agua elevándose en el cielo a medida que venían las olas.

Todavía en los años 50 se encontraban muchos restos del barco desde unas escasas dos brazas de profundidad. Y es en esta época cuando tres personas entre las que se encontraba mi abuelo Pablo Guedes Sánchez, junto con otro vecino del pueblo, Manuel Mendez Saavedra y un “buzo” del Puerto de la Luz llamado Antonio, que creemos que pudiera ser Antonio Delgado según explicaremos, se dedicaron a rescatar estos restos por medio de cargas explosivas. Esta labor la realizaron por espacio de unos seis años, hasta que los restos fueran completamente rescatados (quedan unos pocos).

Y cuando hablamos de buzo, queremos decir el buceo a la antigua usanza, con escafandra compuesta por un casco metálico, un traje de lona recubierta de caucho y unas botas lastradas con plomo para caminar por el fondo del mar. El casco estaba conectado a la superficie mediante una manguera por el que se suministraba el aire comprimido que el buzo respiraba durante su inmersión. Mi abuelo me contaba, que ponían explosivos para romper las planchas y cuando no estaba Antonio el buzo, él se tiraba al fondo junto con una piedra y un cabo, para bajar mas fácil y rápido y luego amarraba los restos al cabo para izarlos desde arriba.  

Mayor mérito, si cabe, es que esto lo hacia sin ningún equipamiento, y sin visibilidad, pues en aquellos tiempos se carecían de las gafas de buceo actuales. En una ocasión, embarcado en La Costa de África en un pesquero, se le cayó  al fondo el cuchillo, fundamental en sus tareas, en un sitio profundo, y relataba el asombro de la tripulación cuando lo ven tirarse a recuperarlo, pasando un buen rato antes de salir a la superficie con el cuchillo recuperado.

Buzos del rescate del Alfonso XII hundido en 1885 en la Baja de Gando. El buzo de la derecha es Alexander Lamber, el otro es "Mister Tester" que murió en 1896 al tratar de recuperar la última caja de oro que quedaba en el barco. Archivo fotográfico FEDAC.

Todavía hoy, se pueden ver en la zona chapas retorcidas semienterradas en la arena, creemos que correspondientes al naufragio y hasta no hace muchos años veíamos lo que pensábamos que era un torpedo hueco, por tener dicha forma, que debía corresponder también a una pieza del barco.

Manuel Méndez, fue el último arrendador de las salinas que son conocidas por su nombre, que se se sitúan justo por debajo de la Central térmica y por encima del poblado de Las Salinas. Procedía de Agaete, y se asentó en Castillo del Romeral dedicándose a distintos negocios, tenía una tienda al principio de la calle María de la Rocha, y una camionetilla en la que se dedicaba a vender sal llegando hasta Telde, en estas tareas. Este señor fue el artífice del rescate de los restos del barco, contratando a Antonio y a mi abuelo Pablo.

Mapa de la Costa de Las Salinas con errores: las de La Caleta y La Mejora se situaban donde la actual Playa de la Caleta en el Muelle. Las de La Casa de En Medio, por encima del muelle en el actual aparcamiento. Las del resto de las de Castillo, donde hoy se sitúan las piscinas y el parque marítimo, eran: las viejas (frente a la Casa Fuerte – restaurante Las Salinas) y Las Casillas, pegadas a las anteriores, las últimas de arriba (mal situadas en el mapa). El jardín era otro plan, a más altura, construido en los años 40, situado donde la Casa de la Cultura. Donde se señala las de Chanito, se situarían estas por debajo y las de Manuel Méndez por encima. Las de Bocabarranco, nunca existieron. Foto de la obra Espacios Naturales de Gran Canaria.

Las salinas que llevan su nombre, son las únicas que perviven en la comarca, junto con los pocos restos que quedan en pie de las de La Caleta (por debajo de La Cofradía de Castillo) y las Salinas de Abajo o de Amajo, las más antiguas, en Juncalillo del Sur. Su hijo, con el mismo nombre, Manuel Méndez Ramírez junto con mi tío Juan García Ortega y con Juan López Bordón, de Juan Grande son los tres únicos salineros que permanecen con vida, de toda esta tradición salinera de más de 400 años en la comarca (ver nuestro artículo y video documental sobre los últimos salineros)

Antonio Delgado, poniéndole la escafandra de buzo a su madre (María del Pino Ayala) en una playa de Gran Canaria, posiblemente Melenara. Vicente Benítez Cabrera, en Okeanos, Revista de la Sociedad Atlántica de Oceanógrafos nº 12, ene-jun 21. 

Y del buzo Antonio, conocemos lo que nos relata Grandio en su artículo: «… que según el investigador Vicente Benítez, gran especialista de la historia de los buzos de casco en Gran Canaria, es posible que, entre los varios buzos llamados Antonio, que trabajaban en el desguace en ese momento, el que nos ocupa, no fuera otro que Antonio Delgado Ayala, hermano de Raimundo Delgado Ayala, el primer buzo local en la isla y patriarca de toda una saga de buzos que se extiende por tres generaciones, durante la segunda mitad del siglo XIX y casi todo el siglo XX, incluyendo a María del Pino Ayala, la primera mujer buzo de Canarias». Entendemos que debe haber un error en el texto,  o nuestro buzo debía ser descendiente del primer Antonio, pues Vicente Benítez nos informa de Antonio Delgado, hijo de Maria del Pino Ayala, que vemos en la foto que adjuntamos. Según mi padre, Antonio residió en el pueblo durante todos los años que duró el rescate de restos y aunque destacaba por ser un poco aficionado a la bebida, también fue muy conocido, respetado y querido en el pueblo. 

Manuel Méndez Saavedra y su hijo Manuel Méndez Ramírez, último salinero aún con vida, de las Salinas de El Matorral, años 50. 
En cuanto a mi abuelo, Pablo Guedes Sánchez,  fue pescador habitual en ‘La Costa’ de África, que creemos uno de los trabajos más duros, sacrificados, exigentes y peligrosos, al que los pescadores de Castillo eran muy demandados por la experiencia acumulada en la navegación con los fuertes vientos de la comarca, conociendo toda la costa africana y especialmente la península de Cabo Blanco, perteneciente en aquel tiempo, mitad a España y mitad a Francia, (actualmente Sahara y Mauritania).   

Era un gran nadador, y recuerdo una anécdota que siempre contaba a sus nietos, el salvar del ahogamiento en un rio, a un oficial del ejército mientras realizaba el servicio militar. Había nacido en 1905 y por tanto le correspondió hacer el servicio militar en la quinta del 25, a los 20 años, como era habitual en la época, en plena Guerra de África. Y fue destinado a Larache, al noroeste de Marruecos, ciudad española desde 1610 a 1689 y desde 1911 a 1958, situada a 87 km de Tánger y 158 km de Ceuta. Según lo que sabemos, la guerra no le afectó, pues los acontecimientos principales habían ocurrido por la zona de Melilla con el llamado ‘Desastre de Annual’ ocurrido en julio de 1921 con 11.000 muertos en el bando español. Junto con él y pertenecientes a su quinta, estuvieron en Larache, otros dos paisanos del pueblo: Luterito (Eleuterio) Trujillo, y Antonio Artiles Guedes, de Juan Grande.

Pablo Guedes Sánchez en 1938 y 1947, en las fotos de su carnet de pesca profesional.

El servicio militar en aquellos tiempos, solo lo hacían los pobres, porque los señoritos de las clases medias y altas, se libraban del servicio y de la posibilidad de morir por medio del pago de una cantidad económica que les permitía elegir el destino y el tiempo del servicio. Por tanto los "hijos de los pobres" eran enviados a morir a Marruecos, lo que fue una de las causas, junto con la negligente gestión de esta guerra por parte del Rey, de su destitución y del proclamamiento de la República.

Afortunadamente, a mi abuelo le salvó el ser llamado cuando ya el conflicto estaba medio resuelto, e ir a una zona menos conflictiva, pero de igual forma, según me contaba, estuvo a punto de perder la vida por una reacción adversa a las vacunas que le pusieron al entrar en servicio. De hecho, sus descendientes podemos decir que estamos aquí por pura suerte, puesto que tanto él como su padre, estuvieron a punto de desaparecer en servicio en distintas guerras. Su padre, mi bisabuelo, fue dado por muerto por la familia en la Guerra de Cuba (1895-1898).

Serafín Bartolomé Guedes Sánchez, como se llamaba, fue reclutado para la guerra, donde participó en diversos combates viendo caer a distintos compañeros. Cuando se comunicó su desaparición, y tras varios años dado por muerto, su novia, mi bisabuela Sinforosa Sánchez Bolaños (a la que llegué a conocer), se comprometió para un nuevo matrimonio. Pero, según cuenta la historia familiar, ella tuvo noticia de su regreso a la isla y que había sobrevivido, por lo que de inmediato rompió su compromiso para volver con Bartolo, con el que llegó a tener 7 hijos y 37 nietos, entre los que se encontraba mi padre, siendo todos ellos, antecesores de muchos vecinos actuales de Castillo del Romeral. Lo que es el destino, ninguno de ellos hubiese existido, si Bartolo o Pablo no hubieran regresado. Calculando siguiendo la misma progresión, su prolífica descendencia se compone de 195 biznietos entre los que me encuentro, unos 1.000 tataranietos y entre 1.000 y 5.000 hijos de tataranietos. Me cuenta mi padre, que en los años 50 el Gobierno de Cuba concedió una paga a todos los que participaron en la guerra, y se encargó de arreglar los papeles a su abuelo para que pudiera cobrarla.

Continuando con mi abuelo Pablo, en aquellos tiempos, la vida no era fácil para los soldados en Larache. Y para hacernos una idea, exponemos el relato recogido de un artículo titulado 'La mili en Larache en 1943' (enlace aquí), que no debió ser muy distinta de la de 1925, teniendo en cuenta además, que en 1943 no había guerra. Los primeros meses eran de instrucción en el llamado “campo amarillo”, donde se hacían innumerables guardias nocturnas, difíciles y complicadas, con el fusil en las manos  siempre con una bala en la recámara, y ante la menor sospecha las ordenes eran abrir fuego. Esto nos lo cuenta el autor, Francisco Sánchez, cronista oficial de Villagonzalo, que continua con el relato:

En las expediciones de castigo que hicieron a las kábilas de tribus hostiles sin apenas armamento, todo ello transportado en mulos por lo escarpado de un terreno desconocido por nosotros pero en el que ellos se movían como pez en el agua. Cuando empezaban a silbar las balas comenzaban las carreras entre los riscos, el nudo en la boca del estómago, el sudor frío que recorría las espaldas, los tragos al aguardiente para dar ánimos, los gritos de los heridos; tiempo después el silencio total, lúgubre y profundo, a veces mas doloroso que el estruendo de la batalla. Una vez a salvo, los comentarios en voz baja: ¡Que mal lo hemos pasado¡ ¡estamos vivos de milagro¡ ¡quién dijo miedo¡

Recorrieron pueblos y paisajes con nombres desconocidos para ellos y que años más tarde recordarían en las tertulias en cualquier esquina o bar de Villagonzalo: Larache, Arcila, Alcazarquivir, Aulef....

Una vida rutinaria y repetitiva con la instrucción, marcha, teórica... Siempre con mucho cuidado, pues los errores, la indisciplina, la insubordinación se pagaba con la prevención o la cárcel con lo que ello conllevaba: suciedad, hambre, piojos, ratas...

Y en el escaso tiempo libre, no se hacía nada, permanecían inertes sentados a la sombra, o bien recostados en los camastros, sin bares, sin libros porque la mayoría no sabía leer ni escribir, solo esperar la llegada del correo.

Y así transcurría el tiempo, con mucho calor de día pero un frío que pelaba por las noches; la cama sucia y muchos piojos; unos barracones viejos y oscuros que, en cuanto anochecía, unas ratas de miedo campaban a sus anchas; el rancho malo y escaso; el agua poca y de mala calidad, habitualmente había que filtrarla en arena para limpiarla de impurezas y aun así transmitía la enfermedad del paludismo que se trataba con quinina.

P.D. El 7 de abril de 1956, el Estado español reconoció la independencia de Marruecos, dando por finalizado el protectorado ejercido durante tantos años.

No se si mi abuelo pasó por las mismas calamidades, pero debió disfrutar también de buenos momentos, pues me contaba que en Larache había mucha población judia y me describía la sorprendente belleza de las muchachas de esta etnia. Esta ciudad tenía la mayor población sefardí después de Tetuán y de Tánger. Los sefardies fueron los judios expulsados de España por los reyes católicos, que hasta la actualidad conservan la lengua española. Aquí, se refugiaron y establecieron estos judíos a finales del s. XV y más tarde los venidos de Portugal. A partir de la constitución del estado de Israel, la población sefardí comenzó su exilio, seducida por los planes sionistas y a principios de este siglo se marcharon los últimos judíos.

Sur de Larache, Castillo de  San Antonio, situado a corta distancia del de Santa María y desembocadura del rio Lucus. El Hospital Militar se situaba en Santa María, donde probablemente fue ingresado mi abuelo   https://larache-historia.blogspot.com

Volviendo a nuestro tema, y en relación al mismo, la anécdota de mi abuelo es que mientras estaba haciendo instrucción en Larache, en un lugar junto a un rio (probablemente el Rio Lucus), le salvó la vida a un teniente, al que se le había desbocado su caballo mientras cruzaba sobre un puente en este rio, arrojándolo al agua. Viéndolo mi abuelo, rompió la formación se quitó la ropa (que según me contaba fue lo que más vergüenza le causó), se amarró a un cabo que sujetaron los compañeros y pudo salvarlo. Según el relato, los mandos de la Compañía y sobre todo el teniente, fueron muy agradecidos recomendándolo para un ascenso, lo que afortunadamente, por lo que habría de venir en los siguientes años, no se llevó a cabo, debido a que mi abuelo no sabia leer ni escribir.

Después de ello mi abuelo se casó, con mi abuela Carmen Garcia Guedes, naciendo su primer hijo, mi padre, en 1932 y teniendo siete hijos más, dedicándose toda su vida a la pesca en África y a la navegación de cabotaje entre las islas. Así, trabajó en un barco que traía cal desde Fuerteventura, actividad muy peligrosa pues la cal reacciona con el agua salada, aumentando la temperatura, lo que puede provocar incendios. También transportó madera de brezo desde La Palma (‘jolcones’) para los tomateros.

Entre viaje y viaje, se dedicaba a la pesca de bajura en Castillo del Romeral y a diversas ocupaciones para llevar dinero a casa, como esta de la venta de restos hundidos. En una pequeña barca, cargaba sal y se dirigía a remo a Arguineguin, Mogán, Tasarte, llegando hasta Guguy para hacer trueque de la sal por productos del campo y verduras. Ya más mayor, cuando dejó la pesca en La Costa, se dedicó al cultivo de tomateros.

Recuerdo verle llegando de la pesca del atún, con albacoras amarradas al costado del barco como era habitual en aquellos tiempos. Era un experto en la pesca de viejas, al estilo antiguo, (ver aquí documental sobre esta técnica) herencia muy posiblemente de los antiguos canarios, con una caña con el extremo de cuerno de macho cabrio afilado, para obtener mayor sensibilidad en la picada y luego un sedal con los anzuelos a los que se le ponía cangrejo de carnada. Cuenta mi padre, que su zona de pesca habitual, era la que estamos tratando en La Punta, donde se introducía en el agua hasta media cintura para realizar la tarea. Para hacernos una idea de la extraordinaria abundancia pesquera de esta zona, me relata mi padre que una vez se dirigió solo a pescar en un pequeño barco a remo, a esta zona donde después de la jornada de pesca regresó con el barco lleno de grandes viejas rojas y grises, hasta la serreta (borde de la banda del barco). 

Pescador de viejas en La Aldea con caña y serón. Francisco Suárez Moreno. 

Mi padre me dice, que cuando los pescadores llegaban de la pesca de la vieja, normalmente sobre las tres o las cuatro de la tarde, los niños y las mujeres arreglaban y descamaban el pescado en el ‘sorrio’ de la playa (orilla de callaos), lo que hacían con lazcas de piedra afiladas que buscaban en el lugar. El tamaño de las viejas era descomunal, de los que ya no se ven, pues solían llegar  a más de kilo por pieza. Después mi padre se dirigía a Juan Grande, con cierta cantidad de pescado en una cesta, que vendía casa por casa, a medio real por kilo, normalmente una sola pieza de vieja, o dos piezas que pasaban con creces del kilo.

Lo que nos puede dar idea de la pobreza en aquellos tiempos de penuria de la postguerra, era el valor del pescado. La moneda era la peseta, que equivalía a 4 reales. Había monedas de 25 ctm (que llamaban real) y de 50 ctm (dos reales) y la más común y utilizada era la perra gorda que equivalía a 10 céntimos de peseta, también estaba la perra chica a 5 ctm. Por tanto, el precio equivalía a 12´5 ctm por kilo, que para redondear eran una perra gorda más una perra chica (15 ctm), aunque el cliente siempre salía ganando porque el peso del pescado vendido siempre pasaba del kilo (pues normalmente eran dos piezas). Al cambio actual, si un euro eran 166´3 pts., 15 ctm serían 0´0009 €.


FUENTES BIBLIOGRÁFICAS

BENITEZ CABRERA, Vicente (2021). Mujeres buzo en Canarias. En Okeanos, Revista de la sociedad Atlántica de Oceanógrafos, nº 12, enero - junio 2021. 

ETAYO ELIZONDO, Carlos (1995): Navegación de Cristobal Colón por aguas canarias en 1492. En Aportación de Gran Canaria al descubrimiento de América y conmemoración  del V Centenario pp. 107-170. Real Sociedad Económica de Amigo del País.

GRANDIO, Eduardo. (2024). El 'Michael Ging'. Ex Dragaminas del Almirantazgo, hundido en 1927 en Punta del Matorral. En https://www.grandio.org

GUEDES GÓNZÁLEZ, Pablo. En https://historiacastilloromeral.blogspot.com

 

(2010) Ataque y hundimiento del submarino U167 por los aliados frente a Castillo del Romeral en la II Guerra Mundial(en dos partes)

(2010) Naufragios en la costa de Castillo del Romeral.

 (2011) Hundimiento del vapor “Plasencia”, en 1962 frente a Salinas de Matorral.

(2011) Cañones y restos hundidos en la costa de Castillo del Romeral (en dos partes)

(2012) El naufragio del vapor “Michael Ging”, en Castillo del Romeral en 1927.

 (2024) El ultimo salinero de las Salinas de Castillo del Romeral- Apuntes para la Historia de Castillo de Santa Cruz del Romeral- 400 años de salinas y reconocimiento a los ultimos salineros

 (2025) La costa de Las Salinas (Castillo del Romeral), posiblemente el litoral histórico mas importante de Canarias.

(2025) Cueva Grande’, frente a El Gallego, lugar del poblado de ‘los negros de Tirajana’ hasta el s. XIX

(1998) La pesca de la vieja en Fuerteventura. En www.documentalesetnograficos.es/


RODRÍGUEZ ZARAGOZA, José Daniel (2020). Las técnicas de navegación de los pescadores canarios en la Costa de África. En Apuntes de la historia marítima de Canarias. https://apuntesjdrz.blogspot.com

SÁNCHEZ GARCÍA, Francisco (2013). 1943. "Mili" en Larache. Marruecos. https://elcronistadevillagonzalo.blogspot.com

SOCORRO, Pedro (2018). Naufragio en la costa del Sur. Diario La Provincia.

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