PABLO GUEDES GONZÁLEZ.
En este artículo damos a conocer un episodio de nuestra historia por
el que dos navíos piratas berberiscos con base en Salé (Marruecos), fondean en Las Calmas de la
isla, con el objeto de negociar el rescate de 26 prisioneros cristianos
capturados en abordaje a dos barcos. Estos hechos los conocemos gracias a los
archivos de la Inquisición o Santo Oficio (S.O.), por declaraciones realizadas en procesos
abiertos a renegados, secuestrados
españoles y de otros países llevados a tierras moras que abjuraban del
catolicismo y se convertían al islam. En
concreto este episodio con la declaración de Juan Roldegas, natural de La
Mancha que huye de uno de los barcos piratas.
Conocemos la historia gracias a una ponencia
realizada en 1982 por Luis Anaya
Hernández, titulada “Repercusiones del Corso Berberisco en Canarias durante el
siglo XVII Cautivos y Renegados Canarios”, en el V Coloquio de Historia
Canario-Americana.
Anaya comenta que los testigos canarios citan el lugar de los hechos
como Puerto de las Salinas o Bahía de las Salinas; indicando que podría
tratarse de la actual Punta Salinas, al sur de Arinaga o de Castillo del
Romeral, donde existían salinas. Nosotros creemos que debe tratarse del lugar
nombrado en aquellas fechas como Las Salinas, situado en el actual
Salinas de Abajo o La Tabaibita en Juncalillo del Sur, las únicas salinas
existentes en esa época, pues tanto las de Arinaga, como las de Pozo Izquierdo,
Matorral o Santa Cruz del Romeral, se construyeron con posterioridad.
Salinas de Abajo, actualmente en desuso, pero observese la sal como cuaja (cristaliza) de forma natural. Foto: Pablo Guedes. |
Los bajeles fondearon en Las Salinas, donde además de hacer aguada,
establecieron negociaciones con el obispado y el gobernador para rescatar a los
cautivos. La tripulación estaba compuesta por berberiscos, turcos, expulsados
moriscos, renegados flamencos y dos renegados canarios. Tenían 26 personas como
prisioneros cristianos, capturados de dos barcos, uno en el Cabo de San Vicente
y otro de un viaje entre Tenerife y Lanzarote.
Uno de los capitanes o arraez, como eran conocidos los jefes de los
bajeles moros, se llamaba Calafate Hasan y era renegado griego, mientras que el
otro estaba al mando de Jans Jansz, renegado flamenco, alias Murad
Rais o Morato Arraez, que después sería
presidente del Consejo o “Diván” de la república pirática de Salé. Destacado
por su osadía y personalidad, llegó en sus correrías hasta Islandia donde
invadió Reykjavik cautivando entre 400 a 800 personas.
Por declaraciones de testigos al Santo Oficio sabemos que era de
origen holandés y participó en la lucha de su país contra el dominio español
como corsario. Se cree que abandonó Holanda cuando la tregua de 1609 con España
y es cuando llega a las islas como otros compatriotas suyos aprovechando la
reanudación del comercio con su país. Vivió en Lanzarote hasta 1618 y es este
año cuando la isla es invadida por una flota de 36 bajeles y 4.000 hombres mandados por Tabán y Solimán
capturando 900 lanzaroteños, entre los que se encuentra Jans Jansz, que es enviado a Argel, donde
permanece cautivo hasta que reniega del
cristianismo.
Cuando reniega comienza su carrera pirática en las costas de Berbería,
incluso contra los barcos de su patria instalándose en Argel como piloto de
Solimán Reis. A la muerte de este, pasa a Salé
desde donde desarrollará sus correrías.
Salé, junto con
Argel, en la costa mediterránea son los principales centros piráticos contra
las islas. Es una ciudad de la costa
atlántica de Marruecos, que se sitúa junto a Rabat, separada por la
desembocadura de un rio. Destaca en esas
fechas por ser casi el único puerto marroquí en el Atlántico y a ella llegan a
partir de 1609 los moriscos expulsados de la península, en número de 40.000, lo
que representa una valiosa aportación
técnica y humana, que va a desarrollar una próspera actividad corsaria y de
venganza contra los españoles por su expulsión. Dependientes en un
principio del Sultán, a quien cotizaban el 10% de las presas hasta 1626, se
independizan en este año y crean una república pirática, gobernada por un Diván
de 16 miembros, cuyo primer presidente, como hemos comentado, fue nuestro
protagonista Jans Jansz.
Jans Jansz aprovecha su conocimiento de las islas para realizar
incursiones en ellas. Tenemos testimonio al menos de dos de ellas, en las
cuales usó la misma táctica: apostarse por las zonas de tránsito entre las
islas para capturar los navíos que pasaran y seguidamente con sus cautivos,
anclar en algún paraje seguro: Las Salinas,
para solicitar rescate por los mismos, llevándose a Salé a los que no
podían liberar.
Así en el proceso del morisco expulso Andrés, éste afirma haber venido
con Jans Jansz a Canarias antes de 1622 y haber capturado dos carabelas isleñas
entre islas, con muchos cristianos, rescatando unos y llevándose el pirata el
resto a Salé. Una de las dos carabelas fue capturada de nuevo por navíos
canarios, pues de este modo fue apresado el procesado.
De la expedición de 1622,
tenemos más información, gracias al proceso del renegado Juan Roldegas,
que huye del barco de Jans Jansz. Roldegas, natural de Villacañas en la Mancha,
había sido capturado en 1617 cuando embarcaba como soldado en una flota de 7
bajeles flamencos, que se dirigía de Cartagena a Nápoles. Fueron asaltados por
17 navíos argelinos, capturando a su navío y a otro, cayendo presos 456 soldados
españoles y muriendo en la lucha unos 200, demostrando el poder de la
piratería argelina. Llevado a Argel fue
vendido a un turco que le hizo trabajar como aguador y en una vid, hasta que
embarcó como corsario con el arraez Calafate Hasan.
Siguiendo con el testimonio de Roldegas, en Salé, Jans Jansz convenció
a Calafate para que comprara una saetía,
para ir a Canarias donde, según el holandés hallarían buenas presas. La saetía
era una embarcación de una
sola cubierta, típica del Mediterráneo,
generalmente de dos palos y con vela latina utilizada habitualmente para la
piratería. Era un barco que soportaba bien la mar, que tenía una capacidad de
carga mayor que la correspondiente a su tamaño y podía llevar hasta 10 cañones.
Aunque al principio patrullaron por el cabo de San Vicente ya que allí
capturaron el 13 de septiembre un navío francés de Olon, “La Jorna”, con 13
tripulantes según el testimonio de su patrón, Juan Friolin, que tuvo la fortuna
de ser rescatado en Las Salinas. Saquearon también un navío flamenco con
bacalao, aunque por las paces que tenían con Holanda, lo liberaron.
Ya en Canarias atacaron dos carabelas con mucha gente de las islas,
según el testimonio de Friolín, aunque según Roldegas fue sólo una con 10
hombres y 3 mujeres. Posteriormente,
los navíos anclaron en Arguineguín según Roldegas y en el puerto de Las Salinas
según otros testimonios, para hacer aguadas y rescatar a los cautivos, momento
que aprovechó el renegado español, mientras acarreaba agua, para huir a Agüimes
y de allí a Las Palmas.
Aquí Luis Anaya indica que los testigos canarios citan el lugar como
Puerto de las Salinas o Bahía de las Salinas; que podría tratarse de la actual
Punta Salinas, al Sur de Arinaga o de
Castillo del Romeral, donde existían salinas. Nosotros pensamos que no
fue en ninguno de esos sitios sino en las conocidas en la época como Las
Salinas, las únicas existentes en ese momento, que se corresponde con las actuales “Salinas de Abajo”, en
Juncalillo del Sur. Adjuntamos mapa de Torriani de 1592 donde se señalan.
Mapa de Gran Canaria del Ingeniero Leonardo Torriani, 1590. Observese a la dcha: Maspaloma, Pozo del Lentisco, Las Salinas y Pta. de Tenefent. |
Según el testimonio de Roldegas, los dos navíos piratas no eran de
gran tamaño pues el de Jans Jansz traía 65
hombres de tripulación y el de Calafate unos 40, más los cautivos que
habían hecho en el viaje. Se supo después que también iban 6 renegados
españoles, 3 de Madrid, 1 de Toledo y otros 2 sin concretar provincia, que
fueron capturados junto con él en el Cabo de Palos (Cartagena). Roldegas no los declara al
Santo Oficio por temor puesto que él mismo era renegado. Esto se sabe porque al
haber huido, Jans Jansz lo denuncia a los negociadores canarios del rescate con
la intención de que el S.O. le ajustara las cuentas.
Es por ello que la Inquisición lo condena a prisión y es entonces
cuando termina confesando y reconoce su apostatía achacándola a los malos tratos recibidos y
para poder huir, ya que al no ser marino no lo enviaban a corso (piratear),
mientras que haciéndose musulmán podía embarcar, al creer los moros, que el
apostatar era un freno para la huida por el temor al S.O. Como resultado del proceso
es condenado a reclusión por dos meses
en un convento y cumplida la pena en julio de 1623 se le concede licencia para
retornar a España.
María Candelaria, de la Gomera,
que fue una de las 3 mujeres cautivadas días atrás en una carabela y que
consiguió ser rescatada, declaró que dos
muchachos de Canaria que habían renegado estaban con Jans Jansz, lo que era de
utilidad como conocedores del territorio y la costa lo que será utilizado por
otros piratas con frecuencia. Se cree
que uno de estos renegados de Gran Canaria fue Salvador Gutierrez Perdomo
Betancor, alias «Perdomito», quien fue denunciado posteriormente al S.O. en
1644 por varios testigos.
Respecto a los cautivos que llevaba Jans Jansz, sólo consta el rescate
del capitán francés y de María Candelaria, aunque debieron ser más pues uno de
los testigos del proceso, el esclavo Pedro de Brito, declaró que fue
comisionado por el gobernador al ser conocido de Jans Jansz, junto con otros
para negociar el rescate y que todos los días entraba varias veces en el barco
a contar el dinero del mismo, lo que parece indicar que fueron cantidades
importantes. De hecho, la única cifra que se conoce así parece indicarlo, son
200 ducados que el 18/10/1622 aporta el cabildo catedralicio para contribuir “a
rescatar de entre moros unos pobres cautivos apresados sobre estas islas”.
Después de la liberación de los cautivos rescatados y de
realizar aguada, los dos navíos piratas regresan a Salé con el resto
de cautivos.
Charca en La Tabaibita, junto a Las salinas de Abajo. Al fondo Montaña de Las Tabaibas. |
Según Robert C. Davis
en su obra “Esclavos Cristianos, Amos Musulmanes”
a los presos los colocaban generalmente en la bodega para el viaje de regreso:
apiñados, apenas sin poder moverse entre
la suciedad, el mal olor y los parásitos. A su llegada a Salé, era tradición
hacer desfilar a los recién capturados por las calles para que la gente pudiera
hacer burla de ellos y los niños cubrirlos de basura.
En el mercado de esclavos, los hombres estaban obligados a brincar para demostrar que no eran cojos y los compradores a menudo querían desnudarlos para ver si estaban sanos, lo cual también permitía evaluar el valor sexual de hombres y mujeres; las concubinas blancas tenían un gran valor y también había un mercado homosexual.
En el mercado de esclavos, los hombres estaban obligados a brincar para demostrar que no eran cojos y los compradores a menudo querían desnudarlos para ver si estaban sanos, lo cual también permitía evaluar el valor sexual de hombres y mujeres; las concubinas blancas tenían un gran valor y también había un mercado homosexual.
Los compradores que buscaban pedir el rescate examinaban los
lóbulos de las orejas para encontrar marcas de perforación, lo cual era indicio
de riqueza. También era habitual examinar los dientes de un cautivo para ver si
podía sobrevivir a un régimen esclavista duro. Era común
afeitar la cabeza y la barba de los esclavos públicos como humillación
adicional, pues los moros consideraban cabello y barba como parte importante de
la identidad masculina.
Los esclavos llevaban un anillo de hierro alrededor de
un tobillo y arrastraban una pesada cadena de entre 11 y 14 kg.
La ocupación más dura y miserable para los esclavos eran las
galeras, donde pasarían el resto de sus días. Otros se destinaban a trabajos
agrícolas y otros que tenían habilidades eran alquilados por sus dueños.
Algunos eran “soltados” por el día con la obligación de regresar con una
cantidad de dinero por la noche, bajo amenaza de ser golpeados brutalmente en
caso de no hacerlo.
Una forma de aligerar la carga de la esclavitud era
"tomar el turbante" y convertirse al islam. Esto eximia del servicio
en galeras, de los trabajos más penosos y de los trabajos impropios para los
musulmanes, pero no de ser esclavo.
En Salé, Jansz continua con sus proezas
piráticas y en 1626 gracias a su fama y a su matrimonio consigue ser nombrado
presidente de la república pirática de
Salé por el Consejo o Diván de la misma.
A pesar de su posición,
sigue saliendo al corso (hacer la piratería) en múltiples ocasiones. En 1627
realizó sin duda, su mayor proeza pirática, pues guiado por un cautivo danés
llegó hasta Islandia, saqueando Reykjavik y volviendo con un botín de cautivos
que oscilaba entre 400 a 800 personas. Instalado de nuevo en Argel, fue
capturado por los Caballeros de Malta, que le liberaron a cambio de un
importante rescate. En 1640 figura como gobernador de la fortaleza en Salé, y es por estas fechas cuando se
supone que muere debido a las luchas entre salesinos y sus vecinos marroquíes
Las Salinas de aquella época.
Creemos que la poca población existente en esos momentos en el
territorio, salineros y pastores, al
detectar los navíos piratas huyen de la costa y se adentran en Amurga o el
interior de la isla por el terror que se les tenía a los piratas. De hecho
existe la llamada Cueva o Cuevas de Los Salineros, a poca distancia de Las
Salinas, al pié de Amurga, que es donde creemos vivían y pasaban noche los
salineros, por temor a secuestros.
En esa época todavía no existía el núcleo de Juan Grande en el lugar
que hoy lo conocemos. Juan Grande fue un vecino de Agüimes, en la mitad del s.
XVI, de lo cual tenemos noticias por documentos notariales de compra de tierras
de 1544. Según Francisco Tarajano en sus
“Memorias de Agüimes”, Juan Grande fue
labrador y pastor y con sus ganados recorría todo el territorio desde Agüimes
hasta Amurga. Por esos sitios se pasaba hasta tres meses con su ganado mientras
su familia permanecía en Agüimes y fue en 1572 cuando decidió ir a vivir a la
costa con su familia, en un lugar que se convertiría años después en el
caserío de Juan Grande.
Creemos que es sobre los años posteriores a 1660 cuando el capitán
Francisco Amoreto Manrique (abuelo del Francisco Amoreto, protagonista en el Motín de Agüimes),
construye las primeras casas en el Lomo de Buenavista (Suarez Grimón y Quintana Andres, “Historia de la Villa de Agüimes”), no donde hoy esta el pueblo, cuyas primeras casas construye su nieto, sino en las primeras estribaciones de Amurga, entre el pueblo actual y Aldea Blanca, lugar en el que como indica su nombre y tal vez debido a ello, debía haber una "buena vista", de la costa desde donde se podia dar la alarma en caso de "moros en la costa" y huir a las alturas.
Las Salinas era, por tanto, el único punto en la costa del sur, que podría tener un cierto poblamiento al
existir aquí la industria salinera, pues
por aquellos lugares desiertos solo se adentraban los pastores con mucha
precaución por miedo a ser secuestrados por piratas. Cercano a Las Salinas a
menos de 2 km., se encontraba Pozo del Lentisco (actual Bahía Feliz), que hemos dado a conocer
en otros artículos ( NUEVAS APORTACIONES A LA HISTORIA DELSUR DE GRAN CANARIA: TIRAJANA, AMURGA, MASPALOMAS, POZO DEL LENTISCO.), lugar
donde se culminaban “las apañadas” de ganado de Amurga y donde creemos existía
antiguamente un poblado aborigen y donde también pudieron desarrollarse los
hechos de este episodio.
Las costas del sur de las islas son las que están a sotavento, protegidas de
los vientos dominantes la mayoría del año, pero sobre todo en verano. Estos
vientos, los alisios, son de dirección norte o noreste. Esto es bien sabido por todos los navegantes,
y de hecho a la zona sur de Gran Canaria, se la conocía con el nombre de “Las Calmas de Maspalomas”.
En la zona de Castillo del Romeral, Las
Salinas y Pozo del Lentisco es donde normalmente se encuentra el corte del
viento y sus habitantes saben de la intensidad del mismo cuando a unos cientos
de metros más al sur se encuentran las calmas. Es por ello que esta zona sea
utilizada por los navegantes para hacer aguadas y para refugiarse de los
temporales, así como también para hacer pillerías por parte de piratas y
corsarios, al ser una zona prácticamente deshabitada y como describen sus
antiguos habitantes, una selva. Como medida de precaución, las villas y
poblados se asientan en lugares no visibles o retirados de la costa, Tunte,
Santa Lucía, Agüimes.
Prueba de ello es la cita del Deán del Cabildo de la Diócesis
canariense en carta dirigida al rey Felipe V, en 1719, un siglo después, con
motivo del “Motín de Agüimes":
“El pago de Sardina era
antes una selva, abrigo solamente para desembarco de piratas sarracenos que con
su continuación la hicieron tan sospechoso para los naturales, que nunca penetran
sin peligro de muerte o cautiverio. A
costa de sus fatigas lo desmontaron, y con la repetida efusión de sangre que
derramaron en defensa de su ribera, lo hicieron fecundas heredades y lo
cultivaron, de suerte que son el único medio de sustentación” (Santiago Cazorla Los Tirajanas de Gran
Canaria) canaria).
Las Salinas era un punto estratégico, puesto que todos los barcos que hacían la pesca en Berbería debían
pasar por este lugar a cargar la sal, permaneciendo fondeado dos o tres días
realizando esta labor. De la misma forma cuando regresaban de África, su
recorrido pasaba por aquí en su camino a la ciudad de Las Palmas. Desde la construcción de las salinas en 1537, la media de
barcos que se dedicaban a la pesca en África, era de unos 30, los cuales
obligatoriamente debían aprovisionarse de sal en este lugar para realizar su
negocio.
Desde los primeros años de la conquista se
produjeron ataques que lo que pretendían era el saqueo y la captura de
indígenas canarios para ser esclavizados. Después de la conquista y hasta el s.
XIX las islas fueron atacadas por franceses, ingleses y holandeses
principalmente, ya sea por guerras formales entre la corona española y estos
países, como también por actividades
piráticas. Pero es a partir de la segunda mitad del XVI y hasta el XVIII cuando
los piratas berberiscos, que desde diversos puertos como Larache, Safí, Túnez,
pero sobre todo Salé y Argel, atacan de forma ininterrumpida a las islas y a su
tráfico marítimo. Los navíos piratas se apostaban por los puntos habituales de
navegación, acechando a los navíos, o se acercaban a “la Costa” de Berbería a la caza de pesqueros.
Como hemos indicado “Las Salinas” era un punto estratégico por su privilegiada situación en las comunicaciones marítimas y en su costa acechaban los piratas para capturar navíos. Por este lugar poco defendido hasta la construcción de la Casa Fuerte de Santa Cruz del Romeral a principios del XVII, desembarcaban para aprovisionarse de agua, leña y provisiones.
Su principal presa era la mercancía humana, fundamentalmente los
pescadores canarios, pero también capturaban pastores y a cualquiera que
encontraran en su aguadas en aquellos deshabitados lugares. También atacaban
poblaciones, así como islas enteras. Prueba de ellos son las entradas a
Lanzarote, destacando la de septiembre de 1569, cuando piratas berberiscos al mando de Calafat con 10
galeras y 600 hombres, saquean la isla durante 18 días, llevándose 200
cautivos, después recorre los puertos de Gran Canaria, tomando los navíos ó
quemándolos.
De igual forma sucede en 1586 y
1618, en esta última es una flota de 36 bajeles y 4.000 hombres mandados por
Tabán y Solimán capturando 900 lanzaroteños, entre los que se encuentra Jans
Jansz, el protagonista de nuestra historia. Después de quemar haciendas y campos, los moros se dirigieron a
La Gomera, capturando más esclavos. Esta vez capturan a una mujer anciana, para
ellos de poco valor, que entierran en la arena hasta la cintura,
utilizándola como diana para las bocas
de fuego (cañones). Es por ello que los canarios viven aterrorizados y el temor
va más allá de la realidad, ya de por si
bastante temible.
Las victimas eran vendidas en
los puertos africanos, donde los destinaban a múltiples trabajos. También sus
nuevos amos obtenían buenos beneficios por su rescate. La vida de esclavo estaba marcada por el intento
de recobrar la libertad en la que se involucraban los familiares para pagar el
rescate. Muchos de ellos, viendo la imposibilidad de regreso a su tierra
cambiaron de religión para obtener una mejor forma de vida, eran los llamados
renegados. De estos, los que anteriormente habían sido pescadores ahora pasaran
a ejercer la piratería, aprovechándose de sus conocimientos de las costas
canarias contribuyendo a aprovisionar los mercados de esclavos berberiscos con
material humano isleño.
Algunos de estos últimos aprovechaban su visita a las islas para
escapar y otros eran capturados y a través de sus procesos y de las
declaraciones al Santo Oficio (Inquisición) de antiguos cautivos rescatados, se
obtuvo la información de lo que se conoce sobre este tipo de piratería.
También hay que apuntar que los españoles también practicaron la
piratería en las costas africanas, a lo largo del XVI, como lo habían
hecho antes de la conquista con los antiguos canarios y de la misma manera a
como después la ejercerán los moros en Canarias, formas de vida lamentables que
se han realizado a lo largo de toda la historia. Los berberiscos actuaban
arrasando los poblados que encuentran en las islas como represalia a las cabalgadas,
o ataques de los cristianos, que se hacían en el norte de África.
BIBLIOGRAFÍA.
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TARAJANO PÉREZ, Francisco: Memorias de
Agüimes 6. 2003. Ayuntamiento de Agüimes.
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