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viernes, 9 de julio de 2010

CASTILLO DEL ROMERAL: FORJANDO LA IDENTIDAD DE UN PUEBLO I.

CASA FUERTE DE SANTA CRUZ DEL ROMERAL

PABLO GUEDES GONZÁLEZ.

Si hay una cualidad que caracteriza a los vecinos de este pueblo y por la que tienen fama es la de ser un pueblo combativo, de gente orgullosa y con casta unida por fuertes lazos familiares y por una rica historia y cultura comunes.

Esta rica historia que forjó a sus habitantes, de lucha por su supervivencia y por que nadie les arrebatara sus posesiones y derechos, es la que vamos a dar a conocer en síntesis a continuación y de la que esperamos sacar un libro, en un futuro próximo, con el fin de que no se pierda y sea conocida por todos los vecinos del Municipio.

El pueblo en sus orígenes nace al mismo tiempo que las salinas. Los salineros, se fueron estableciendo en la zona para la explotación de este recurso, llegando en su época a ser las salinas más importantes de Canarias. Desde 1537 se tiene conocimiento de la explotación de las primeras salinas.

Sus habitantes pertenecían y se sentían arraigados e identificados con el pueblo de Agüimes, hasta principios del siglo XX, a donde acudían los domingos a oír misa y donde eran bautizados sus hijos y enterrados sus muertos. También, los hombres lucharon con la compañía de milicias de Agüimes contra los piratas, azote del sur de la isla durante varios siglos.

PIRATAS Y CORSARIOS.



En esta zona se encontraba la primera línea de fuego de la isla, donde acudían siempre piratas de todas las nacionalidades a hacer aguadas, a la búsqueda de esclavos y sobre todo a la caza y captura de los pesqueros que forzosamente pasaban por la zona para cargar sal, o en su ruta de regreso hacia El Real de  Las Palmas. A lo largo de la historia tenemos noticias de ataques de ingleses, franceses, holandeses y moros y en la costa de las salinas se han encontrado restos de estas luchas.

En la historia escrita no aparecen en detalle muchos de estos combates, pero podemos citar un ataque francés a Maspalomas en 1685, documentado en el Archivo Parroquial de Agüimes, falleciendo en el combate siete vecinos,“… enterráronse en el pago de Maspalomas por haber muerto riñendo con los franceses y no poderles traer a la parroquia.”

A la señal de rebato, que daba el atalayero a la vista de naves enemigas, se tocaban las campanas, reuniéndose todos los hombres en edad de luchar, aportando cada uno sus propias armas, que generalmente consistían en garrotes (palo del pastor) y útiles de labranza. Una vez formada la compañía, se seguía al enemigo por toda la costa, intentando evitar su desembarco o ataque.

Debido a los ataque piratas y con el fin de proteger las salinas, se comienza a construir en 1681, la Casa Fuerte de Santa Cruz del Romeral. En 1703, toma posesión el primer alcaide y aparte de los salineros, esclavos y dotación del Castillo, “… a un tiro de mosquete se hallan hasta treinta personas (La Caleta), y a un cuarto de legua Juan Grande, con cuarenta personas de asistencia (…) de dicho paraxe…”

Domingo Déniz Grek describe en el siglo XIX, el castillo y los habitantes: “… a seis leguas y media de la ciudad de Las Palmas se deja ver un monumento en prueba de lo que sufrió esta Isla en el siglo XVII, al mismo paso que acredita en cuan alto grado ha dominado siempre el valor marcial a sus habitantes…”. La fortaleza tuvo remodelaciones durante el siglo XVIII y prosigue Déniz “…que tras las remodelaciones llegarían a poder alojarse hasta los trescientos o cuatrocientos hombres. Los servicios prestados por el castillo fueron muy importantes en cuanto a la defensa de la Isla, de la industria salinera y de los buques de cabotaje y pesca que, perseguidos por los corsarios, se iban a refugiar bajo su potente artillería.”

La construcción, el mantenimiento y la dotación del Castillo, que fundamentalmente estaba constituida por los salineros, fue realizada y costeada de forma privada por Antonio Lorenzo Betancor, dueño de las salinas. A su vez, correspondía también a los mismos vecinos la defensa de sus casas, de sus posesiones y de su vida, organizados en las milicias canarias, en este caso en la compañía de Agüimes, porque no había un ejército que viniera en su ayuda y ni siquiera se les proporcionaba armas para la lucha.


De la capacidad de la Casa Fuerte, nos da cuenta en 1779, el capitán Miguel Hermosilla, enviado a Gran Canaria, como ingeniero militar con la misión de realizar un informe sobre las defensas militares y hablando de la preparación, y condiciones del castillo afirma: “…siendo la única fortaleza que está en disposición de hacer una defensa honrosa en la Isla”.


Al final de siglo XVIII, tiene lugar otra de las múltiples guerras de España, esta vez con Inglaterra y muchos barcos vienen a refugiarse de las naves enemigas al abrigo del Castillo tal como relata Santiago Cazorla que dice contar con oficios de una serie de barcos que se refugiaron durante los años 1797 y 1798, época en la que se produce el ataque de Nelson a Santa Cruz.

El constructor del castillo, Antonio Lorenzo fue el antecesor de la familia Rocha, que hasta mediados del siglo XX fueron los dueños de las salinas y los terrenos circundantes y en un principio rivales de la otra gran familia terrateniente en la zona, la de Castillo Ruíz de Vergara, poseedores del titulo de Conde de la Vega Grande.


EL MOTÍN DE AGÜIMES.


En el año 1719 se suceden los hechos conocidos como “Motín de Agüimes”, originados porque Francisco Amoreto, suegro del que sería el primer Conde de la Vega Grande, compra a la Corona, tierras de Sardina, Aldea Blanca y del Castillo. Todas estas tierras eran utilizadas por los vecinos de Agüimes, fundamentalmente para llevar sus ganados de cabras y en menor medida para cultivos, de todo lo cual, dependía su subsistencia. Por esa utilización de las tierras los vecinos debían pagar al Cabildo que gobernaba la Isla un impuesto, de un real por fanega, que en su mayoría, nunca fue pagado por la suma pobreza de los vecinos.
Cristóbal de la Rocha se pone al lado de los vecinos desde el principio, sobre todo porque en la disputa se encuentran 108 fanegadas de sus tierras (las de la zona del Castillo) que fueron roturadas por su suegro Antonio Lorenzo y que pagaban anualmente el real por fanega al Cabildo.


Según Bethencourt Massieu el interés de la lucha de estos dos poderosos, es la búsqueda de la hegemonía en el sur y en general de la isla. Para ello dividen la villa en dos bandos, incluso de los poderes, ya que el alcalde real de la villa (nombrado por el Cabildo) denuncia al ordinario (nombrado por la Iglesia, ya que Agüimes era señorío episcopal) por favorecer al teniente coronel Rocha.


El 30 de noviembre de 1718, domingo, después de misa, Amoreto se dispone a labrar machos para el riego en sus nuevas tierras, y dividirlas para entregarlas a medianeros. Lleva a medianeros de Juan Grande y Aldea Blanca con yuntas para realizar la tarea, y pone al frente de la operación al alcalde real Joaquín González. Un grupo de unos 40 vecinos de Agüimes, (seguramente también del Castillo), se les opone, derribando al alcalde, dándole garrotazos, dándolo por muerto y hace huir a los medianeros.



Los vecinos son conscientes de que les van a despojar las tierras y por ello se amotinan y confabulan pues es lo único que tienen y debido a las miserias que pasan y a la injusticia que creen se está cometiendo, les da igual las acciones a tomar. Recordemos que la mayoría pertenecen a las milicias y están acostumbrados a combatir a piratas, y la acción se desarrolla, tal como si fuera por rebato o alarma pirata. Así, pasada la medianoche, se apoderan con amenazas de la “Caja de Guerra”, banderas armas y tambores, y al grito de “¡Viva el Rey! ¡Muera el mal gobierno!” convocan al resto de vecinos de forma que a la mañana los amotinados en número de 300 o 400 controlan las salidas y entradas de Agüimes y establecen una guardia.


Después de diversos hechos la sublevación se traslada a la plaza de Santa Ana, en Las Palmas, donde se encuentra el Cabildo. Los amotinados ahora ya no son solo de Agüimes, sino de toda la isla y allí tienen rodeados al capitán general, no dejándole salir si no libera a 22 vecinos arrestados por los distintos hechos acontecidos y condenados a destierro y multas imposibles de pagar.


El conflicto llega a tal punto que el capitán general ordena a sus hombres colocar la artillería para disparar a los amotinados y gracias a la intervención de la Iglesia se salva la situación. Había en la plaza unos 800 hombres que tenían rodeados al general en las casas episcopales y que decían que no los dejaban salir si no soltaban los presos. Los jesuitas y canónigos en hábitos de coro sacan en procesión al Santísimo Sacramento, mientras los dominicos llevan la Virgen del Rosario, y también se incorporan franciscanos y agustinos. En previsión de hechos sangrientos, esta comitiva se interpone entre los amotinados y las piezas de artillería que el general tenia apostadas en los accesos.

Debido fundamentalmente a la profunda religiosidad del pueblo, impresionados por la presencia del Santísimo y la virgen en la calle, y al poder disuasorio de los padres, los amotinados deponen su actitud. A su vez, después de diversas negociaciones, el capitán general decide soltar a los prisioneros y mandar información al Consejo de Castilla y al Rey para que decidan sobre el conflicto.

Al regresar el Capitán General a Tenerife, el Consejo del Cabildo de esta isla, le ofrece las rentas de sus bienes propios, e incluso los privados de sus regidores para financiar la merecida operación de castigo a que eran acreedores los grancanarios, a lo que el General se niega pues el problema está en manos del Rey Felipe V y su Consejo.


Transcurridos todos estos hechos el Consejo de Castilla resuelve a favor de los vecinos y la Audiencia y el comandante general, reciben ordenes del Rey no solo de olvidar las penas pronunciadas, sino de que los reos y vecinos reciban un trato exquisito: “…que por ahora absolutamente se sobresea y se suspendan los procedimientos y las causas de los referidos alborotos y tumultos, sin molestar a los reos, ni o otros algunos…por ellos, ni inobar en el estado que se allaren en cuanto a las tierras y sus vienes, ni hacerles agrauios, ni vexaciones de que tengan motivo de quexas, de modo que comprendan haberse extinguido la criminalidad de este asunto y se logre la anterior y universal quietud de las islas con aplausos y justificación de S.M.”.

El Rey toma esta decisión porque en el asunto está en juego la españolidad de las Islas, pues no olvidemos el valor estratégico de las mismas a lo largo de toda la historia y los ingleses en guerra con España por estas fechas, podían hacerse fácilmente con ellas, si la población no colaboraba en la defensa.


Después de esto las tierras pasaron a ser de propiedad comunal de todos los vecinos de Agüimes como venía siendo anteriormente. Este hecho además de reafirmar la fortaleza de los vecinos del Castillo, supuso también conservar una independencia del poder del Condado, que llegaría hasta el siglo XX.

Económicamente sus medios de vida no dependían del conde, pues la mayoría se dedicaba a la profesión de salinero con los Rocha, a la pesca o al pastoreo en las tierras comunales.

LA SUBLEVACION DE 1823.

Millares Torres y Deniz Grek nos describen un hecho en el que se utilizan dos cañones de la Casa Fuerte del Romeral, y por ello con toda seguridad participan vecinos del Castillo. El día del Pino de 1823, hubo en Gran Canaria una sublevación de los seguidores del partido absolutista, contra los del partido liberal o constitucionalistas, que estaban en el poder. Estos defendían la Constitución de Cádiz, que en ese momento estaba vigente. Había un plan de atacar Las Palmas, con dos fuerzas una que venía del norte, y otra del sur.

El objetivo de los sublevados era atacar la ciudad, desarmar la milicia urbana, destituir las autoridades y declararse independientes de Tenerife, así como vitorear al rey Fernando VII, por sus triunfos ante los constitucionales. Estaban apoyados por algunas fuerzas de las milicias y por el apoyo secreto de algunas familias nobles de Las Palmas.

Castañón, el general al mando de los liberales, decidió parlamentar con los sublevados, ofreciéndoles perdón si se retiraban. En ese momento las compañías de milicianos pertenecientes al Regimiento de Telde, dándose cuenta de que su responsabilidad era muy grave, se pasaron al bando liberal junto con sus oficiales. La mayoría de los campesinos salio huyendo, quedándose solamente unos pocos, que igualmente salen huyendo al oír el primer cañonazo. El cabecilla de los sublevados, Matias Zurita fue capturado y condenado a muerte, siendo fusilado en la Plaza de San Juan de Telde.

LAS TIERRAS DE BLAS GUEDES.

A principios del siglo XIX, encontramos establecidos en el Castillo a los hermanos Blas Antonio Guedes Gordillo ((1772-1834), en la Casa Fuerte y a José Vicente Guedes Gordillo (1779 - ¿?) en La Caleta. Los dos proceden de Agüimes y van a dar origen a una prolífica familia de la cual descienden la mayoría de las familias del Castillo, si exceptuamos, las llegadas al pueblo en los últimos años.

Blas Antonio Guedes era Condestable del Castillo y mayordomo de las Salinas.

Un nieto de Blas Antonio, fue Blas Guedes López (1838-década 1920), pastor, comerciante y mayordomo de las salinas de los Rocha. Según la historia familiar era dueño del Tabaibal del Castillo desde el pueblo hasta el Barranco de Tirajana.

La leyenda familiar dice que el Conde quería quedarse con estas tierras, por lo que intentó una negociación con Blas Guedes y para ello mandó a su mayordomo de Juan Grande llamado Blas López, primo de Blas.

Quería hacer una permuta de los terrenos de Amurga por los terrenos del Tabaibal debido a que los primeros al ser montañosos eran más apropiados para el ganado, mientras que los segundos al ser llanos, lo eran mejor para el cultivo. El Conde, de alguna forma logró que Blas aceptara el cambio, hecho que según la leyenda consiguió engañándolo, ya que al año de estar pastando su ganado en Amurga, vino su primo Blas López, el mayordomo, a decirle que tenía que pagar una fisca por cabeza de ganado y si no, debía trasladarse con los ganados a otro sitio.

No hemos podido demostrar la propiedad de las tierras por parte de Blas, creemos que eran explotadas para el pasto de sus ganados. Las tierras, al igual que las de Sardina, eran de propiedad comunal de los vecinos de Agüimes, desde la época del motín de Agüimes de 1719. Al final las tierras fueron vendidas por el Estado, esto podría haber sucedido en 1873-75, fecha en la que el Conde compró el 20% del territorio del Municipio de San Bartolomé de Tirajana, en la desamortización civil de los bienes del Estado.

Lo cierto es que la tradición oral familiar que llega hasta nuestros días fue que el Condado se quedó con las tierras que eran de los Guedes y ello explica los hechos que relataremos en la segunda parte del artículo.

Publicado en Maspalomasahora.com en abril de 2007.

1 comentario:

  1. Felicidades por tan magnífica iniciativa. Ha sido muy grato leer tu artículo, impresiona ver cómo hechos que consideramos propios de otros lugares también ocurrieron en la isla, en tu pueblo del Castillo: los piratas, los barcos durante la guerra, motines...

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